_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Biocultura

Miguel Ángel Villena

MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Los niños celebran en los colegios una fiesta de las brujas importada y llamada Halloween; la Navidad se anuncia en forma de Papá Noel y no de belenes en gigantescos supermercados que emiten una y otra vez el gingel bell por los altavoces; las hamburgueserías y los restaurantes de comida-basura inundan los centros históricos de cualquier ciudad; y las cafeterías se llaman coffee-shop. En fin, que la fábrica de sueños y de dólares de Hollywood impone modas, estilos y comportamientos en todo el mundo. Con este escenario, nada apocalíptico sino más bien costumbrista, ¿alguien puede extrañarse de que surjan nacionalismos, broten localismos y muchos musulmanes califiquen a Estados Unidos de gran Satán? La hegemonía cultural de los yanquis es tan abrumadora que ha rebasado los límites de la economía, de la política o de la sociología para irrumpir -corromper sería quizá un verbo más ajustado- incluso en las fiestas autóctonas. Unas fiestas que, por definición, exigen de un ritual, demandan una cierta puesta en escena y responden a un paisaje y a un paisanaje porque, de lo contrario, pierden su sentido hasta convertirse en un puro teatro de guiñol. El esperpento de la globalización cultural lo han brindado los filipinos que han construido un palacio del hielo en Manila para que aquellos asiáticos católicos festejen la Navidad tal cual aparece en las postales norteamericanas.

El Informe mundial sobre la cultura, realizado bajo el auspicio de la Unesco y presentado en su versión española el pasado miércoles, destaca la importancia de la diversidad cultural (biocultura habría que llamarla) y ha alertado contra quienes preconizan su eliminación. El estudio define la cultura como fruto de la fusión o la diferenciación de culturas particulares. Hoy y sin llegar a la disyuntiva del coca-cola asesina, carajillo al poder los indígenas no tienen más remedio que plantar cara a los colonizadores. Porque, de seguir así las cosas, dentro de poco los grupos de bailes folclóricos serán declarados una especie en vías de extinción. Y si no, al tiempo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_