_
_
_
_

Hallado el cadáver de Virginia Acebes, con signos de violencia, en el monte Artxanda. La Ertzaintza considera que los autores del crimen trasladaron a la joven en coche hasta Artxanda

José Luis Acebes, el tío de Virginia Acebes, desaparecida en la madrugada del domingo en Bilbao, fue quien encontró el cuerpo sin vida de su sobrina de 19 años. Eran las seis de la tarde de ayer y empezaba a oscurecer. Desde el día anterior apenas había dejado de buscar para dormir unas horas. "Estaremos aquí hasta que la encontremos", había anunciado a primera hora de la mañana. Cuando estaba a punto de concluir la segunda jornada de búsqueda, el tío de Virginia, encontró su cuerpo yacente en un pequeño talud situado a unos 15 metros de la carretera Artxanda-Enekuri, en un hueco natural del suelo, junto a unos árboles.El cadáver de Virginia, estudiante de 2º curso de Ciencias Empresariales, estaba semidesnudo. Tenía los pantalones bajados, presentaba signos de violencia sexual y heridas producidas con arma blanca repartidas por el cuerpo. El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Bilbao, que se hizo cargo del caso, decretó el secreto del sumario.

Más información
Cuatro chicas, asesinadas de forma similar desde 1990

"Lo que le han hecho es una canallada", exclamó sin poder contenerse uno de los agentes de la Ertzaintza que después se acercó al lugar. Medio centenar de ertzainas, miembros de Protección Civil, perros adiestrados, un helicóptero y media docena de motos, que se incorporaron ayer por la tarde, participaban desde la mañana del domingo en la búsqueda de la joven.

Con el hallazgo del cadáver se rompían las pocas esperanzas que albergaban los padres de Virginia. Su madre, Leonor de la Huerta, trataba de contener el dolor horas antes en su domicilio de la calle Ollerías, en el barrio de Atxuri, en Bilbao. "Creo que a mi hija no vuelvo a verla viva. Dios mío, a mí que siempre me costaba tanto darle permiso para salir", se lamantaba. Lejos, en pleno monte, con la ciudad al fondo, su marido, Valentín, arrastraba a media mañana el frío y la tristeza junto a las campas donde el domingo aparecieron las primeras pistas de su hija: un jersey, una blusa, un fular, el chaquetón de la joven y una tarjeta del metro. "El sujetador no ha aparecido", susurraba el padre.

La muerte de Virgina Acebes es la cuarta de las mismas características que se produce en el País Vasco desde 1990. La más reciente es la joven de Zeberio Laura Orue, cuyo cadáver se encontró el pasado 3 de septiembre. Antes que ella fueron asesinadas Leticia Temiño, de 18 años, vecina de Portugalete, en 1995, y Olga Casas, de 19 años, de Santurtzi, en 1990.

Las primeras pesquisas de la Ertzaintza sostienen que el autor o autores del crimen -la policía se inclina por esta segunda opción- trasladaron en un vehículo a la joven Virginia Acebes desde el alto de Santo Domingo, en Artxanda, donde se encontró la mañana del domingo parte de sus ropas, al lugar, situado a varios cientos de metros, donde un tío de la víctima encontró el cadáver a media tarde de ayer. La policía sospecha que los homicidas pararon el coche cuando circulaban por la carretera BI-371, que une Enekuri y Artxanda. Al llegar bajo las pistas de la escuela en donde se realizan los exámenes de conducir, estacionaron el vehículo y abandonaron el cuerpo de la joven tras el pretil donde fue hallado, en un talud situado a unos quince metros de la calzada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La autopsia, que se practicará hoy al cadáver en el Instituto Médico Forense de Basurto, determinará las causas exactas de la muerte, así como las circunstancias de la misma, y permitirá aclarar a qué hora se produjo el fallecimiento de la joven. El cuerpo de Virgina se encontraba en un punto intermedio entre el lugar donde se hallaron las primeras pistas: su camisa, el jersey, el fular y la chaqueta que vestía, y el carné del metro. Por el contrario, la documentación se descubrió ayer por la tarde en otro punto alejado de los anteriores, aunque siempre en los alrededores del mismo monte.

Con el hallazgo del cuerpo, que al parecer presentaba signos de violencia sexual y varias heridas de arma blanca, acabó la pequeña dosis de esperanza que albergaba la familia hasta entonces. Era el segundo día de búsqueda en el monte Artxanda y el rastreo estaban a punto de interrumpirse al mediodía para comer. A la 1.30., el padre, Valentín Acebes, un hombre de 45 años limado por el dolor, trataba de ocultar su angustia junto a su hermano José Luis, quien horas más tarde encontraría el cadáver de su sobrina. Pero entonces todavía no lo sabían. Por eso, se agarraban a un sueño. Solos, alejados del resto, deambulaban perdidos. "Si es que no sabemos en dónde mirar. Esto es muy grande, se necesitaría mucha más gente", se lamentaba el padre.

Sin derrumbarse, manteniendo el tipo como un púgil que no cae aunque espera el gancho final, Valentín hablaba de su hija, a la que no había visto desde el sábado por la noche. "Parece una bobada, pero ahora estoy pensando que cuando salió de casa llevaba unas botas nuevas que eran de su madre. ¡Pobre hija mía!", exclama con voz queda.

Desaparición no voluntaria

Desde un primer momento, los padres y la Ertzaintza estaban seguros de que la desaparición de Virginia no fue voluntaria. Las primeras investigaciones ya apuntaban la posibilidad de que la joven fuera abordada por desconocidos cuando, tras despedirse de sus amigas en la boca del metro del Casco Viejo, en la plaza de Unamuno, a las tres de la mañana, se dirigía caminando a su domicilio, en la calle Ollerías, a unos 15 minutos a pie del lugar.

Pocas horas después, el domingo por la mañana, un ertzaina fuera de servicio, encontró las primeras pistas sobre la joven cuando paseaba por Artxanda. Treinta horas después de la desaparición de su hija Virginia, Valentín Acebes arrastraba todo el frío y la tristeza junto a las campas donde se encontraron los primeros indicios de su hija de 19 años. "El sujetador no ha aparecido", matizó entonces el padre.

La joven había abandonado a las 10.30 de la noche del sábado su domicilio, en el número 16 de la calle Ollería de Bilbao, en la parte superior del barrio de Atxuri. A sus padres, Leonor y Valentín, que tienen otro hijo de 17 años, no les gusta que la chica salga de noche. "Pero qué le vas a decir; la juventud es así. Ella es buena, abierta, estudiosa, en casa no hay problemas, y son jóvenes", relataba el padre antes de conocer el fatal desenlace de la búsqueda.

Así que aquella noche, la más fría meterológicamente en Bilbao, Virginia salió para dar una vuelta con sus amigas por la calle Barrenkalle, en el Casco Viejo de Bilbao. Quizá se acercarían al centro de la ciudad, a las galerías Urkijo, ya verían.

"No te olvides el móvil, por si vas a venir tarde", le recordó su padre. Se lo llevó, pero no hizo uso de él porque la joven tenía previsto llegar antes de las tres y media a casa. El teléfono daba fuera de servicio durante los dos días en que la joven permaneció desaparecida y no ha sido hallado, al igual que el bolso que poretaba. Virginia siempre tomaba el metro, pero como esa madrugada tenía que esperar tres cuartos de hora, anunció a sus tres amigas que iba ir andando por las calles del Casco Viejo, llenas de gente en fin de semana, y llegar a su domicilio en alrededor de diez minutos. El padre y su tío José Luis, lo contaban ayer en Artxanda, con la mirada perdida en el panoma de la ciudad al fondo.

Los dos familiares fueron los primeros en lanzarse a buscar a Virginia cuando pasaban las horas y no aparecía. Primero, por el barrio; después, se dirigieron a Artxanda. "Se nos ocurrió porque viene mucha gente por la noche. Pero no encontramos nada. Así que fuimos a denunciar la desaparición a la Ertzaintza", contó el tío. Desde el pasado domingo, familiares y amigos de Virginia colocaron numerosos carteles con dos fotografías de la joven, estudiante de segundo curso de Ciencias Empresariales en Sarriko, en distintos puntos de Bilbao.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_