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Reportaje:

Monstruos que enganchan

De tan sólo una calada, Andrés, un maniquí, fue capaz de fulminar un cigarro hasta dejarlo reducido a una apestosa brasa roja y blanca. Mientras el humo bajaba lenta y directamente a los pulmones, a través de una suerte de tuberías tintadas con las sustancias nocivas, el tabaco comenzó a hacer mella en su organismo de PVC. La nicotina, el alquitrán y el monóxido de carbono, representados en las guías de mano como horrendos monstruos de fauces hambrientas, tiñeron las vísceras en escala de marrones hasta convertirlas en un vertedero de sustancias tóxicas."Y así quedan después de fumar", sentenció el monitor Joan Fontbuena ante la mirada atenta de una veintena de escolares de 12 años, mientras agitaba con la mano los pequeños pulmones de plástico. El olor a tabaco ya se había establecido en la habitación, lo que favoreció que las muecas de asco se escaparan entre risas flojas.

La escena se repite diariamente en el Aula del Tabaco, una campaña diseñada por una empresa privada para la Generalitat, que en estos días trata de concienciar en el Baix Vinalopó a la hornada de posibles nuevos consumidores -niños de 11 a 13 años- de las consecuencias fatales del tabaco.

Para comenzar, un poco de historia. El origen americano del tabaco, el mal uso que se ha ido estableciendo al paso del tiempo ("los indios sólo fumaban en pipa y para celebrar la paz"), y las grandes "mentiras" de las campañas publicitarias. "¿Pero creéis que después de practicar un deporte lo primero que se hace es fumar un cigarro?" Los argumentos para evitar nuevos adictos son variopintos. "No hace más guapos ni da libertad", y "los americanos no fuman", son algunos de los que Laura Vila utiliza para abrir los ojos al auditorio y prevenir de la potente maquinaria publicitaria de las tabacaleras.

Entre las campañas de promoción los monitores recalcan una dirigida a los jóvenes, "para que se enganchen": el emblema de una conocida marca de rubio americano, un camello, se convertía en un gracioso muñeco animado que reclamaba su derecho a no ser nunca olvidado y a que lo mimen.

Es una muestra de cómo las gastan los publicistas para atraer a nuevos consumidores, explican en el Aula del Tabaco. Los monitores recuerdan a los jóvenes lo fácil que es caer en las redes del tabaco. Primero se compran cigarrillos sueltos para fumarlos a hurtadillas o con los amigos, y se acaba dando cuenta de un paquete diario de manera convulsiva.

Para dejar claro el carácter pernicioso de esta droga autorizada, se ha ideado la bautizada como Casa de los humos. Los inquilinos de trapo del segundo piso, fumadores empedernidos, aparecen cubiertos de una fina capa amarillenta que se extiende por paredes y muebles, en contraste con la limpieza de los vecinos de abajo. "El humo tiene la capacidad de colarse por todos los rincones y llegar a los pulmones de quien no fuma", advierte la guía del alumno.

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La hucha del tabaco es más directa: un CD cuesta lo que las cajetillas de un mes, y se podría contratar un crucero por el Mediterráneo con lo que algunos gastan en fumar en dos años.

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