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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hijos de la ira

LA DETENCIÓN de dos supuestos miembros de ETA que al parecer se disponían a realizar alguna actuación armada ha resucitado el debate sobre si la retirada de la organización terrorista es temporal o definitiva. La extremada juventud de los activistas y la filiación de alguno de ellos han dado motivo a especulaciones sobre la hipótesis de una ETA refundada: la de la segunda -en realidad, tercera, como mínimo- generación, formada por hijos de etarras.La idea de una retirada definitiva, pese a que formalmente la tregua se califique sólo de "indefinida", ha sido defendida en alguna ocasión por Arzalluz. Su argumento ha sido que si una organización como ETA se plantea dejar las armas es que se lo ha pensado bien y no se trata de un mero movimiento táctico para volver a la menor ocasión. Esa opinión merece crédito, porque el PNV conoce bien lo que piensa ETA y porque no es un tema sobre el que ese partido pueda permitirse frivolizar; y porque es cierto que una organización armada que abandona el activismo durante más de un año difícilmente podrá volver a las armas sin riesgos enormes para su causa.

ETA fue consciente de esto en Argel, según se desprende de documentos internos publicados años después. En un boletín fechado en marzo de 1993 se argumentaba que, pasados uno o dos meses de tregua, la organización no tendría más remedio que ceder para evitar rupturas, lo que obligaría a nuevas cesiones, y a la larga, a "quedar con las manos atadas"; o a no hacerlo, poniendo en peligro la cohesión de la izquierda abertzale. Por eso eran entonces contrarios a una tregua parcial. Luego es posible que si ahora han decidido parar sea para siempre. Pero tal vez precisamente por ello, ETA se esfuerza por mantener la organización engrasada, incluso si no piensa romper el alto el fuego: para evitar rupturas y para conservar el efecto intimidatorio de la posibilidad de vuelta, al menos hasta recoger las nueces. La enigmática mención de los encapuchados entrevistados por la BBC hace un año a que "podría surgir una nueva generación que tomase el testigo" tendría el mismo objetivo: evitar que la gente dé por hecho que ya no habrá más atentados.

Ésa es una hipótesis optimista. La pesimista es que en ese mundo ha ocurrido algo este verano que ha endurecido las posiciones de los que mandan, militares o civiles, y el robo de dinamita, los movimientos en Francia y lo que fuera que preparaban los jóvenes detenidos en Irún forman parte de la preparación de una vuelta a la acción. La pretensión de que los representantes que participen en el diálogo con el Gobierno sean algunos de los presos con historial más sangrientro tendría por objetivo forzar una ruptura que proporcionase un pretexto para el regreso.

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Seguramente nada es todavía definitivo. El mimetismo irlandés, que en un momento favorecía la hipótesis de un gran atentado como toque de atención, podría jugar ahora en sentido contrario. Un editorial del diario Gara publicado esta semana revela que la consigna de liberación de los presos para que puedan participar en el proceso de paz -que sorprendió en su día- está inspirada por ciertos rasgos, interpretados un tanto forzadamente, del proceso irlandés. La idea de que pueda hablarse de liberación de los presos sin plenas garantías de autodisolución de ETA es absurda. Pero si el mimetismo funciona hasta el final, el siguiente paso sería que Herri Batasuna, equivalente del Sinn Fein, hiciera una declaración manifestando su "total rechazo al uso de la violencia para lograr objetivos políticos" y se comprometiera a cumplir "su responsabilidad" para conseguir el desarme de ETA; y que ETA, por su parte, delegara en HB su representación en la búsqueda de un acuerdo estable.

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