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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Como si nada

EL PRESIDENTE en funciones de la Generalitat, Jordi Pujol, llegó ayer a su discurso de investidura con los deberes por hacer y sin los reflejos políticos que requieren las nuevas situaciones. Nadie sabe todavía cómo compondrá una mayoría que le permita formar Gobierno sin romper los difíciles equilibrios en que le han situado los resultados electorales. Cada paso en dirección al PP es interpretado como un desgarro dentro de CiU, que se aleja así de Esquerra Republicana y la lanza en brazos de Maragall. El más mínimo gesto hacia Esquerra produce un efecto similar en las filas del PP, su socio parlamentario en Madrid, pero también su principal competidor en Cataluña en las próximas elecciones generales. Y si difícil es la investidura, cabe imaginar cómo será esta legislatura, que empieza aplazando los presupuestos hasta después de las generales.Ante la confusión, Pujol no ha sabido hacer nada que no hubiera hecho antes: un ejercicio que va de la autosatisfacción al victimismo, en su línea argumental más manida. El presidente en funciones empezó con un himno a la exaltante situación de Cataluña tras sus 19 años de gobierno, reconociendo el papel desempeñado por el estatuto de autonomía: "Nunca Cataluña había tenido tanto durante tanto tiempo". Pero a partir de ahí viró hacia el desastre, hasta el punto de anunciar que está en cuestión "la propia viabilidad de Cataluña como país", evidentemente por falta de poder político y de financiación. A este respecto, de forma políticamente desacertada y estadísticamente falsa, presentó a Cataluña como la región peor tratada de Europa. Sobre la falta de poder político, la novedad radica en sus crípticos razonamientos respecto a los métodos con que el Gobierno central ataca a Cataluña cada vez que hay una inversión directa, lo que en términos groseros tradujo en el "alpiste" que se distribuye desde Madrid.

Hasta ahora, el Parlamento catalán no ha conseguido que Pujol aparezca como responsable de sus actos políticos y de sus cuentas presupuestarias, incluyendo uno de los más elevados endeudamientos entre las comunidades autónomas. El discurso de ayer no se ha movido ni un ápice de su sempiterna idea de la irresponsabilidad del Gobierno catalán, hasta ahora excusado y absuelto por sus déficit, sean políticos o fiscales. Como si las elecciones no hubieran cambiado nada, Pujol ha construido un discurso de investidura con los mimbres de siempre, pero con perfiles más bajos e indecisos, para molestar lo menos posible a sus hipotéticos y contradictorios socios, comprometerse apenas en lo imprescindible y esperar desde la inmovilidad a que las urnas de marzo aclaren el turbio panorama que han arrojado las de octubre. La palabra la tiene ahora el Parlamento, por primera vez en la historia autonómica de Cataluña.

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