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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El seguro efecto del dudoso 'efecto 2000'

El 'EFECTO 2000' va a ser un trastorno. No hay ninguna certeza sobre la repercusión que tendrá en la operatividad de los ordenadores el que algunos no entiendan el cambio de fecha y se sitúen en el 1 de enero de 1900. La literatura experta que han elaborado infinidad de sabios y organismos va desde temores cósmicos a alertas sobre pequeñas averías. Pero, de momento, lo que sí está claro es que la angustia sobre lo que puede suceder a primeros de año puede suscitar una conducta masiva de prevención en la ciudadanía que afecte a determinados suministros por muy preparados que estén para el efecto 2000. Los bancos centrales ya han dispuesto una mayor liquidez de dinero en el sistema, anticipándose a la mayor demanda de efectivo que tendrán que atender ante el miedo a que las tarjetas de crédito no estén vivas en aquella fecha.Los organismos de protección civil y auxilio están muy preocupados por que algunos disturbios técnicos -como la interrupción por unas horas del suministro de agua a localidades pequeñas o medianas donde es difícil asegurar que se ha revisado el sistema- provoquen un colapso de las líneas telefónicas que inmovilice el servicio. El conocimiento de instrucciones internas de distintos organismos a sus empleados para que se preparen -con recomendaciones como la de proveerse de alimentos o evitar viajes aéreos- refuerza esta angustia. Por tanto, las autoridades no han de estar preparadas sólo para responder a un fallo informático, sino que deben calcular los fenómenos sociales que puede desencadenar esta incertidumbre. En la medida en que el ciudadano recibe informaciones confusas sobre la trascendencia del efecto 2000, es lógico que busque la mayor seguridad en su ámbito doméstico o profesional. Y ése es el más seguro efecto del efecto 2000.

De hecho, la mayoría de simulaciones sobre qué puede pasar en la celebérrima fecha en sectores clave -industria energética o transportes- han dado resultados tranquilizadores, pero el gran problema es que, al vivir en una sociedad en red, cualquier institución prevenida puede quedar contagiada e inoperante por culpa de la imprevisión de alguna otra persona o institución con la que trabaje en línea. Sólo cuando haya pasado todo podrá saberse exactamente si algunos avisos catastrofistas de organismos públicos -la CIA ha llegado a recomendar quedarse en casa con una manta- son producto de análisis rigurosos o una cautela imprudente porque, si llega el desastre, puedan presumir de que ellos ya lo habían advertido.

En cualquier caso, no hay que bajar la guardia, y no sólo respecto a la revisión de los sistemas clave. Las administraciones han de prever que el trastorno no puede venir sólo de un error informático, sino de la lógica preocupación ciudadana ante una eventualidad sobre la que nadie es capaz de darle garantías totalmente tranquilizadoras.

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