Recuerdos de un pasado sandinista
Sergio Ramírez, miembro de la primera Junta de Gobierno que sustituyó a Somoza, cuenta en 'Adiós muchachos' el triunfo y los resultados de la revolución nicaragüense
La revolución sandinista fue para la izquierda de los años setenta y ochenta la misma fuente de esperanza e idealismo que había sido la revolución cubana para la de los sesenta. Su desarrollo, una vez en el Gobierno en Nicaragua, fue también igual de frustrante. Con su convocatoria a elecciones en 1990, el sandinismo revolucionario permitió, no obstante, el regreso al poder de una derecha que jamás había creído en el juego de los votos y, en definitiva, dio paso a un sistema democrático. Fue, por tanto, con su sacrificio en las urnas cuando la revolución cobró sentido.Ese recorrido histórico desde la guerra hasta el poder, desde la ilusión hasta la frustración y desde los sueños guerrilleros hasta el realismo de los intereses políticos es el que explica honesta y puntualmente Sergio Ramírez en el libro Adiós muchachos, que acaba de ser editado. "La revolución no trajo la justicia anhelada para los oprimidos ni pudo crear riqueza y desarrollo, pero dejó como su mejor triunfo la democracia", afirma el autor.
Sergio Ramírez, de 57 años, fue miembro de la primera Junta de Gobierno que sustituyó a Somoza y ocupó después la vicepresidencia del país hasta la derrota electoral. Siempre fue un elemento de moderación en un régimen que enseguida degeneró hacia el totalitarismo. La voz de Sergio Ramírez trató, muchas veces sin éxito, de poner sensatez entre un mando sandinista controlado por los hermanos Ortega. La convivencia entre ellos se fue haciendo más y más difícil, y acabó por romperse al final del Gobierno. Ramírez está hoy enfrentado al Frente Sandinista y, aunque más dedicado a la literatura, no descarta el regreso a la política desde una plataforma socialdemócrata. Su testimonio en Adiós muchachos constituye probablemente la mejor historia de la revolución sandinista escrita hasta la fecha.
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