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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pérdida de ritmo

LA EUFORIA, sobre todo en economía, acaba siempre por templarse. Las expectativas de aumento del empleo y de reducción del paro en España se han moderado considerablemente después de conocer los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al tercer trimestre de este año. Entre julio y septiembre, el desempleo bajó en la muy modesta cantidad de 2.200 personas; el número total de parados se situó en algo más de dos millones y medio y la tasa de paro se situó en el 15,45%. Aunque las cifras en términos anuales siguen reflejando una notable mejora en el mercado laboral -en los últimos doce meses se han creado 626.700 puestos de trabajo y el paro ha descendido en 487.000 personas-, es evidente que la reducción del desempleo se está desacelerando y que el empleo que se crea es insuficiente para resolver el que sigue siendo preocupante problema.Sería quizá excesivo, con los últimos datos de la EPA, profetizar que los trimestres dorados de continua reducción del paro muestran signos de agotamiento. Pero son una llamada de atención para que el Gobierno abandone su costumbre de creerse en el mejor de los mundos, deje de prometer el paraíso laboral a medio plazo -Aznar insiste machaconamente en la entelequia de que España se aproximará al pleno empleo en la siguiente legislatura- y renuncie a transmitir a los ciudadanos la idea de que los buenos tiempos nunca se acabarán.

Varias razones respaldan la necesidad de prudencia en el tema del empleo. La primera es que el grueso de la creación de puestos de trabajo durante el último ejercicio se ha concentrado en el sector de la construcción, una actividad excesivamente dependiente del ciclo económico. La segunda razón es que, aunque el paro baja, la tasa de temporalidad en España sigue siendo de las más altas de Europa, el 33,3%. Prueba evidente de que, a pesar de las periódicas críticas que el Gobierno lanza contra sus antecesores por la creación de los contratos temporales, el aumento de la ocupación sigue fundamentándose en este tipo de instrumentos laborales. En materia de empleo, pues, la economía española sigue sin resolver el problema de fondo, o, como le gusta decir a José María Aznar, sin hacer los deberes, a pesar del loable ánimo colaborador de los sindicatos. Ni el Gobierno ni los agentes sociales deben dejarse deslumbrar por el espejismo de una caída continuada del paro en periodos de ciclo alcista. En otros periodos de recuperación también la tasa de paro ha caído sustancialmente, sin que se haya podido evitar después, en periodos de recesión, que vuelva a aumentar hasta tasas por encima del 20%.

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