La revolución aguada
FÉLIX BAYÓN
Parece que nos vamos a quedar sin ver la revolución de Teófila. Es una pena: gocé mucho hace unos años al verla arengar a los trabajadores de los astilleros gaditanos y tenía curiosidad en comprobar qué era eso de una revolución de derechas. Lo mío era simple morbo: nada de curiosidad intelectual, ni cosas de esas, sino el mismo sentimiento canalla que me lleva a ver, de vez en cuando, los shows televisivos de medianoche.
Pero no va a poder ser. La primera encuesta de esta larguísima campaña electoral andaluza -la realizada por la Confederación de Empresarios de Andalucía- respalda lo que ya nos hacía barruntar esa barata herramienta demoscópica que es el sentido común: en Andalucía, tras las próximas elecciones, las cosas van a seguir como estaban, con la sola excepción de IU, que aún irá a peor.
La coalición que se basa en el partido más activo y heroico de la lucha antifranquista -el PCE- sigue dando resueltas zancadas hacia la completa marginación, aparente objetivo de Julio Anguita, que ya ha encontrado en la filantropía -a través de su flamante ONG, Prevaricadores sin Fronteras- el consuelo a las desdichas que le provoca la tozuda incomprensión del electorado.
Nos quedaremos sin ver la revolución de Teófila, pero probablemente ella no tenga mucha culpa. El PP le ha prestado una gran ayuda a Manuel Chaves. Era previsible: ninguneando a la Junta, el Gobierno de la nación ha despertado el siempre latente sentimiento irredentista andaluz y, a la vez, ha respaldado a Chaves, que ha terminado aparentando una firmeza de la que carece.
No se sabe si esta política del PP es simple torpeza o un producto de los resabios autoritarios. Ha sido demasiado persistente para ser sólo torpeza: hay que ser muy necio para mantenerse en el mismo error durante más de tres años. Más bien parece que el error sea fruto de ese convencimiento de la derecha más rancia que considera que el poder es algo que le pertenece de forma natural y que se crispa al ver cómo se le escapa de las manos. Según se van acercando las elecciones, ese tic surge con más virulencia, hasta recordarnos al científico de la película de Stanley Kubrick Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, un ex nazi al que, de vez en cuando, se le disparaba espasmódicamente el brazo en alto.
Prodigiosamente, nuestro ministro-campeón, ejemplo de templanza en los últimos años, ha vuelto a mostrar su peor rostro, aquel que en televisión, tras las legislativas de 1993, clamaba "¡Pucherazo, pucherazo!", al ver cómo a su partido se le escapaba el poder. Este cambio de actitud de Arenas, que resulta ser un hombre inteligente, parece más producto de la docilidad que de la reflexión: al fin y al cabo él es un mandao y tiene que ganarse el pan.
Así, gracias sobre todo a los errores ajenos, Manuel Chaves va a terminar logrando que el PSOE gobierne en Andalucía al menos durante dos décadas. Hubiera sido necesario un relevo en la Junta de Andalucía, en la que se observan abundantes síntomas de parálisis provocados por la desidia y la rutina. Pero con esta oposición nuestra -capaz de convertir en genial cualquier gobierno mediocre- no va a haber manera.
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