El museo del horror
A la entrada del museo de Chernóbil, que guarda en Kíev la memoria minuciosa del horror, hay una escalera de cuyo techo cuelgan placas blancas con los nombres de las ciudades y aldeas evacuadas: Usiv, Kopachi, Goirodchán, Kriba Gora, Buriakivka, Prípiat... A la salida, puede contemplarse el reverso de esas placas, ahora de color negro y con una raya roja que las cruza diagonalmente. El museo está repleto de símbolos, desde citas del Apocalipsis a ramas de ajenjo (eso significa chernóbil en ucraniano), pero sobre todo recoge las imágenes de la tragedia: fotos de más de 4.000 liquidadores muertos, un vídeo con el minuto más largo de la vida de tres soldados que limpiaron el techo del reactor pocas horas después de la explosión, imágenes de una aldea enterrada por completo porque era veneno puro (Kopachi), o trajes de los bomberos que apenas les protegieron de la muerte invisible.
Hay un periódico del 27 de mayo (al día siguiente de la catástrofe) con fotografías de una carrera ciclista en Kíev, y otro de dos días más tarde con apenas cuatro frases sobre el "pequeño incendio" en Chernóbil. Hay fotos de ancianas cubiertas con pañuelos que se llevan el pan de pascua durante la evacuación, y unas secuencias del antes, durante y después del accidente, de la distancia entre la que iba a ser la central más grande de Europa y orgullo de la patria soviética y la vergüenza posterior. Y hay niños, muchos niños, a los que sus maestros enseñan algo más que historia.
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