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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fin del 'dedazo'

TRAS 70 años de existencia y poder, el PRI mexicano ha puesto fin al dedazo, una fórmula según la cual cada presidente cooptaba a su sucesor. Las primarias celebradas el domingo constituyen un paso importante en la democratización del país. Que haya ganado el ex ministro del Interior Francisco Labastida -es decir, el candidato oficial al que apoyaba el aparato del partido- no descalifica un proceso que ha dado pie a una campaña a cara de perro entre los cuatro aspirantes.Pese a todo el acarreo y la cargada -es decir, el uso del aparato partidario y del Estado, aún demasiado confundidos- a favor de Labastida, las elecciones han resultado, en general, aparentemente limpias. Podía votar cualquier ciudadano, y el hecho de que 10 millones -es decir, casi uno de cada cinco- hayan acudido a las urnas en estas primarias refleja la capacidad de movilización que aún tiene el PRI y con la que cuenta su candidato para ganar las elecciones presidenciales de julio del 2000. Labastida ha triunfado en 272 de los 300 distritos en liza. Esta contundente victoria, junto con la anunciada intención de Madrazo de permanecer en las filas del PRI para encabezar una corriente interna, evita el peligro de una ruptura que hubiera podido ser fatal para el partido.

Aunque la situación es abierta, Labastida se sitúa así en primer lugar de la parrilla en la carrera para el 2000, como máximo favorito frente a una oposición cuyas contradicciones, políticas y personales, le han impedido presentar un candidato único. Labastida tendrá como competidor a su derecha a Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), y a su izquierda, a Cuauhtémoc Cárdenas, alcalde de la capital y líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD). La pinza de la oposición no se pudo cerrar. Ha funcionado para dejarle en minoría al PRI en la Cámara de los Diputados tras las elecciones de 1997 o para controlar casi una tercera parte de los Estados, incluido el Distrito Federal, pero no para ponerse de acuerdo con vistas al 2000.

Labastida tiene ahora la oportunidad de tomar de Ernesto Zedillo la bandera de la apertura y la renovación que ha impulsado el actual presidente con los sectores más avanzados del partido. Seguramente es el temor a perder el poder lo que ha llevado al PRI a cambiar. Así ocurre con frecuencia en los procesos de transición a la democracia. Lo importante es que se mantengan las garantías establecidas en los diversos procesos electorales, que tarde o temprano conducirán a una alternancia también en la presidencia.

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