¿España feliz?
El salto de alborozo casi hizo romperme la crisma con el portaequipajes del avión que me devolvía a España después de una semana en otras tierras. La lectura de la primera página de EL PAÍS (domingo 31 de octubre de 1999), ofrecido por una azafata con inquietante sonrisa, me informaba de que nuestro país, aunque todavía plagado de bajitos y fumadores, es "bastante feliz". ¡Caramba con el cambio en pocos días! Una lectura de los datos ofrecidos algunas páginas más adelante me aclaró la situación. A pesar de las buenas intenciones de la portada, nada justificaba el alborozo: la conclusión sobre la felicidad española se basaba, inadecuadamente, en nuestras bajas tasas de suicidio. Sin embargo, para nuestra desgracia, la tasa de suicidios de un país en realidad no tiene nada que ver con la felicidad media de sus habitantes (ejemplo, véanse los datos recientes de la World Values Survey o los eurobarómetros de la UE). El contraejemplo de los países escandinavos resulta claro: altas tasas de suicidio e índices de satisfacción con la vida igualmente elevados. No obstante, no conviene alarmarse: muchos estudios científicamente sólidos demuestran que España es un país con indicadores subjetivos de satisfacción intermedios, aunque, como en la mayor parte de las sociedades del sur de Europa, y a pesar del tópico, sus ciudadanos expresan menores niveles de felicidad que los europeos del Norte. En fin, la cosa es bastante más compleja de lo que sugería la llamativa portada, pero, a fin de cuentas, la noticia no estaba nada mal para desayunar felizmente un domingo.- Facultad de Psicología, Universidad Complutense, campus de Somosaguas.
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