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Entrevista:

"En Madrid queda mucho trabajo 'sin fronteras' por hacer"

Unos 80 ingenieros están demostrando que los avances técnicos y científicos pueden utilizarse con fines solidarios. Tienen su propia organización no gubernamental, Ingeniería sin Fronteras, a la que Guillermo Fernández Centeno (Madrid, 1972) pertenece desde hace un lustro. Este ingeniero de Montes se ocupa de divulgar las tareas que otros compañeros realizan en países como El Salvador y Nicaragua, con el afán de despertar el espíritu altruista de los madrileños. Monta seminarios (como el de la semana próxima sobre la deuda externa de Nicaragua) para relatar cómo se puede ayudar a Centroamérica y, de paso, hacer acopio de sugerencias. Ahora están enseñando a construir sus propias viviendas a unos repatriados en El Salvador y a emplear la tecnología para conservar el entorno. Medio millar de asociados aportan el oxígeno diario a la ONG con sus cuotas para que unos 80 ingenieros puedan pasar a la acción.Pregunta. ¿Desarrollan proyectos en Madrid?

Respuesta.Tuvimos uno en un poblado marginal donde nos pusieron muchas pegas para trabajar. Se trataba de afianzar un camino que se anegaba cuando llovía y que era la única vía de comunicación entre el lejano poblado y el metro de la ciudad. Nos topamos con la falta de facilidades del Ayuntamiento y con el recelo de los vecinos, que tenían muchos problemas con los habitantes del poblado.

P. O sea, que Madrid también necesita a Ingeniería sin Fronteras.

R. Sí, aquí habría mucho trabajo para nosotros, en dos frentes: hacen falta buenas ideas de planificación urbanística, como en cualquier otra gran ciudad, y también se necesita formación y concienciación para cambiar un poco la mentalidad sobre patrones de consumo, por ejemplo.

P.¿Y cómo ganan adeptos?

R. Con cursos y charlas, tratando de que se nos oiga. Gracias a nuestra vinculación con la universidad, tenemos a muchos profesores asociados a la ONG que son partidarios de introducir la asignatura de Educación para el Desarrollo dentro de los planes de estudio de las escuelas de ingeniería.

P. ¿Cómo sobrevive la asociación?

R.Tenemos dos cuentas: una para funcionamiento interno y montaje de cursos, que se nutre de una cuota de 5.000 pesetas al año por socio, y otra para los proyectos en Centroamérica, donde se ingresan las subvenciones y ayudas de ayuntamientos, la Agencia de Cooperación Internacional, comunidades autónomas y fundaciones.

P.¿Bastaría con destinar el 0,7 del PIB a cooperación?

R.Al menos, así habría más dinero para trabajar. Pero también hace falta más gente que contribuya a sacar adelante los programas. Y eso que nuestra ONG es una de las que más asociados tiene.

Deuda externa en Nicaragua. Hasta el 28 de octubre, Escuela de Agrónomos. Universidad Politécnica.

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