Nada está cerrado
Que hay coraje y hasta gallardía en la decisión de Dominique Strauss-Kahn de dejar sus funciones antes de ser investigado es indiscutible. Es raro que un hombre, un ministro, un Gobierno, reaccione tan clara y rápidamente en un momento en que las complicaciones con la justicia amenazan con contaminar la acción política. Que tiene poder de maniobra es innegable: Lionel Jospin, tanto por sus convicciones como por su imagen, no podía dejarse arrastrar por una espiral en la que tantos políticos han perdido, como mínimo, su reputación.Una vez dicho esto, es evidente que la justicia debe continuar cumpliendo con su misión: corresponde a los magistrados instruir y juzgar. Más allá de los nuevos poderes que se les dan, tienen la función de hacer respetar la ley y castigar al culpable. Esta tarea es esencial en una democracia. Por eso la búsqueda de la verdad en el asunto de la Mutua Nacional de Estudiantes (MNEF) y en la situación de Dominique Strauss-Kahn no debe ser obstaculizada.
(...) También es evidente que la partida de Strauss-Kahn es un revés para el Gobierno. Nadie es irreemplazable, pero ese ministro en quien Jospin tenía puesta su confianza ha sabido mantener en el plano internacional una credibilidad para Francia en numerosas iniciativas de este Gobierno.
Jospin, que quería hacer de la virtud la marca de su Gobierno, que había apartado a los hombres de los que se habría podido sospechar, aquí se encuentra, como jefe de Gobierno, afectado por la era de la sospecha, tocado por el síndrome de la época.
3 de noviembre
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