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La comunidad serbia recibe con gran recelo al futuro Cuerpo de Protección

Xavier Vidal-Folch

El Cuerpo de Protección de Kosovo genera tensiones incluso antes de nacer. Los representantes de la comunidad serbia de Pristina (500 vecinos tan sólo), por ejemplo, se han negado a acudir a las sesiones del consejo municipal establecido por la ONU, bajo la presidencia de un alcalde contratado fuera del país, alegando que el Cuerpo de Protección puede terminar convirtiéndose en un instrumento más de la socialmente enraizada ex guerrilla.

El problema de fondo es que la minoría serbia -con los retornos del otoño se calcula que los 97.000 habitantes de final de agosto han pasado a unos 103.000, para una población global de más de 1,3 millones de personas- se siente amenazada, y con razón, porque 125 (un 35%) de las 360 víctimas de asesinatos cometidos desde la liberación son de origen serbio. Aunque 139 (un 38%) son albaneses, la igualdad de proporciones resulta engañosa, porque más del 90% de la población kosovar es de etnia albanesa. Acotados de momento en poblaciones y barrios donde son mayoría, los serbios "no constituyen ninguna amenaza para nadie", insiste Everts. Con este argumento, tanto él como los demás responsables internacionales porfían ante los líderes locales albaneses para que "sean más firmes" en sus llamadas a parar la violencia.

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Sería estúpido equiparar esos 125 crímenes contra los serbios con las miles de víctimas albanokosovares de la preguerra y la guerra. Tampoco moralmente pueden equipararse, pues no es lo mismo el crimen de Estado generalizado, organizado sistemáticamente y perpetrado fríamente por las fuerzas militares y paramilitares serbias, con la reacción en caliente de las víctimas de ayer. Pero política y económicamente son significativos.

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