Pujol responde a Duran que ahora no es el momento de plantear su sucesión
"Va demasiado rápido", aseguraban ayer algunos dirigentes de CDC. Y es que el pasado miércoles Josep Antoni Duran Lleida, líder de Unió, el socio democristiano de CDC, transgredió -moderadamente, eso sí- uno de los tabúes de la coalición nacionalista: hablar de la sucesión de Jordi Pujol. Ayer Duran quiso matizar y el presidente de la Generalitat en funciones puso las cosas en su sitio: "Ahora no es el momento de hablar de esto ni de pensarlo". Por si quedaban dudas, las despejó ante los periodistas: "No hace falta que me pregunten sobre esto durante un tiempo".
Todo eso lo dijo Pujol después de haber visto en su despacho la entrevista que el pasado miércoles concedió Duran a TVE, en la que afirmaba que en el plazo de un año y medio CiU debe comenzar a abordar la sucesión de Pujol. La entrevista al líder democristiano parece amenazar la armonía que durante la campaña electoral ha presidido las relaciones entre Convergència i Unió. Pero las afirmaciones de Duran son tibias y el propio secretario general de CDC, Pere Esteve, ha afirmado estar básicamente de acuerdo con ellas. Sin embargo, caben dobles lecturas, pesan los recelos mutuos entre ambas formaciones y el nerviosismo crece especialmente cada vez que se habla de sucesión de Pujol.
El líder democristiano quiso ayer evitar malos entendidos y aseguró que "Pujol es un presidente para cuatro años" y que los titulares de la prensa habían desvirtuado el contenido de la entrevista que emitió TVE el pasado miércoles. "No podemos dejar la designación de la sucesión de Pujol para los últimos 6 o 12 meses; esto es tan sensato que todos lo comparten", afirmó el líder de UDC antes de destacar las excelentes relaciones -"buenísimas", dijo- entre CDC y UDC.
Y ciertamente la relaciones son formalmente buenísimas, aunque hay viejas heridas que amenazan con reabrirse.
Los dirigentes de CiU intentaban ayer relativizar el calado de las palabras de Duran con un "vista la entrevista, no es para tanto". Pere Esteve sintetizaba el estado de estas buenas relaciones: "Convergència y Unió han dejado de ser desde la pasada campaña de las autonómicas dos partidos que se defienden cada uno a sí mismo; ahora defienden la coalición. Hoy es más verdad que nunca que el sucesor de Pujol será de CiU".
Pero nadie niega que en CiU hay más de uno que aspira a esta sucesión. El perfil de Duran se afianza a medida que pasan los días y el candidato del sector joven y más nacionalista de CDC, el consejero de Economía en funciones, Artur Mas, no acaba de despegar, según fuentes de la coalición. Desde algunos sectores de Convergència se habla incluso de lanzar una campaña específica que dé a conocer al consejero de Economía, conscientes de que cada vez queda menos tiempo para ganar la carrera.
Oficialmente, nadie está preocupado. El orden de prioridades ahora es el siguiente: primero, garantizar la investidura; luego, formar gobierno; después, pasar las elecciones generales, y por último, superar los congresos respectivos de convergentes y democristianos.
Sin embargo, la sucesión de Pujol es el gran argumento transversal de la próxima legislatura, la última del actual presidente en funciones de la Generalitat. No lo oculta ni el propio Pujol, a quien, sin embargo, nunca le ha gustado que los demás especulen sobre su futuro. El pasado martes, ante su Gobierno, el presidente en funciones de la Generalitat dijo que las pasadas habían sido sus últimas elecciones. Sin embargo, ayer mismo Pujol ya quiso matizar al referirse a las declaraciones de Duran Lleida: "No es bueno que nadie se precipite; ahora hay que trabajar en lo que toca".
Los socialistas acogieron las palabras de Duran como un síntoma de lo que va a ser esta legislatura. Joaquim Nadal, portavoz parlamentario del PSC, destacó que el "pleito sucesorio" se plantea ya cuando aún no se ha constituido el Parlamento surgido de las elecciones autonómicas "y cuando no hay ni presidente de la Generalitat ni Gobierno". Nadal destacó que son los partidos de CiU los que impulsan este debate y lo convierten en un elemento político capital.
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