"Socorro, que me tiran"
Sujeta por un arnés, una agente de Policía sacó la cintura por el borde del abismo: el balcón de un séptimo piso de un edificio en obras en el número 2 de la calle de Pepita Samper, en Valencia. Durante la reconstrucción del supuesto parricidio del pasado martes, esta policía experimentó ayer la angustia que debió sentir Josefa Puchades, de 31 años, poco antes de caer al vacío.Recostada sobre la barandilla y con el cuerpo hacia atrás, inclinada de cintura para arriba hacia el precipicio de siete plantas, se posó sobre su hombro izquierdo la misma mano que tocó a Josefa aquella tarde. La mano del esposo de la difunta, el promotor que había levantado aquella finca en obras, José Francisco Ll., de 41 años. Ayer abandonó por unas horas la prisión de Picassent para participar en la reconstrucción del suceso, tras comparecer ante la titular del Juzgado de Instrucción número 11, Rosa Olarte, y escuchar cómo la acusación particular, que representa a su suegra, le imputaba un supuesto delito de asesinato con agravante de parentesco.
Junto a la calle peatonal en obras de la finca se congregaron en la tarde de ayer tantos curiosos -unos 200- como el día del suceso. Pero la llegada del promotor, en un vehículo camuflado de la Policía, pasó inadvertida y se libró de que volvieran a increparlo. A la misma hora en que Josefa se precipitó hacia la acera, sobre las 18.45, se encontraban ya en el lugar todas las personas que debían tomar parte en la reconstrucción: la comitiva judicial, los investigadores del Grupo de Homicidios, el supuesto parricida, los 11 testigos (un hombre de mediana edad y 10 adolescentes), los abogados de ambas partes y la víctima, un papel que le tocó interpretar a una policía sin vértigo.
"Que me tiran"
Como si se tratara de la directora de un rodaje, la juez distribuyó a los testigos por los lugares que ocupaban durante el trágico suceso. Los jóvenes, siete chicas y tres chicos con edades comprendidas entre 14 y 18 años, volvieron a ocupar el banco del parque de Madera, como habían bautizado a este jardín contiguo a la finca, en el que estaban sentados aquella tarde. El hombre de mediana edad se situó en la esquina con la calle de Zapadores, por la que transitaban entonces.
La juez dio la orden y la agente femenina se desgañitó desde el balcón: "Socorro, socorro, que me tiran, que me tiran". No había duda: desde la esquina en la que se encontraba este testigo resultaban perfectamente audibles los gritos de la policía. Lo mismo sucedió con los adolescentes, que estabanfrente al balcón.
¿Pero vieron cómo la lanzaba al vacío? El hombre de mediana edad atestiguó que vio cómo la tocaba con un brazo, pero no sabría decir si la cogía o la empujaba. Algunos adolescentes sí que testificaron que el brazo empujaba a Josefa.
A las órdenes de la juez, los intérpretes de esta reconstrucción representaron dos escenas tan distintas como las versiones del acusado y los testigos. En la versión del promotor, Josefa tropezaba y se inclinaba de bruces sobre la barandilla, con la mano de él sujetándola por el hombro en un intento desesperado de salvarla.
En cambio, en el guión de los testigos, el cuerpo de la víctima se encontraba de espaldas al vacío y de frente al marido, que extendía su brazo derecho hacia el hombro izquierdo de ella mientras se columbiaba peligrosamente sobre la barandilla. A pesar del arnés, los curiosos que se arracimaban abajo ahogaban un chillido cuando veían como el promotor simulaba empujar a la policía.
Pero a quien más afectó la reconstrucción fue a los testigos adolescentes. No han vuelto a ese parque. Dicen que no volverán. Algunas noches, cuando cierran los ojos, vuelven a ver a Josefa atraída por un abismo del que ellos aún no han logrado escapar.
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