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La absolución de Andreotti abre grietas en la coalición gobernante

La absolución de Giulio Andreotti, siete veces primer ministro italiano y una de las grandes personalidades de la Primera República, viene a cerrar una etapa histórica en Italia, iniciada en 1992 con la ofensiva purificadora encarnada por los jueces del movimiento Manos Limpias. Para la coalición de centro-izquierda que gobierna en Italia, la decisión puede tener consecuencias graves para su futuro en un plazo no muy largo: los pequeños partidos centristas empiezan a desmarcarse.

Si los magistrados de Palermo no han encontrado suficientemente probadas las graves acusaciones de colusión con la Mafia que pesaban sobre el hombre que ha dirigido durante casi medio siglo la política de este país, esto significa que la generación de fiscales vengadores que llevó a Andreotti a los tribunales y al ex líder socialista Bettino Craxi al exilio estaba equivocada. O, al menos, ha perdido el poder. Conscientes de que una etapa histórica termina, los líderes de la oposición de centro-derecha, pero también los aliados ex democristianos del Gobierno de centro-izquierda y hasta el minúsculo partido socialista que apoya al Ejecutivo, se lanzaron ayer a una campaña de acoso y derribo contra los responsables de lo que el presidente de Forza Italia, Silvio Berlusconi, ha llamado la "revolución justicialista".

En primer lugar, Giancarlo Caselli, ex fiscal jefe de Palermo, antiguo comunista y responsable de la investigación judicial que llevó a Andreotti ante el tribunal de Palermo. Caselli, que abandonó este cargo en mayo pasado y se ocupa ahora de la situación en las prisiones, fue objeto de durísimos ataques por parte de la ex DC y del centro-derecha. Hasta el punto de que su dimisión forma parte de las condiciones impuestas por el ex presidente de la República Francesco Cossiga y el líder socialista Enrico Boselli al primer ministro, Massimo d"Alema, para seguir apoyando un Ejecutivo en fase de delicada renovación.

Las consecuencias de la sentencia parecen devastadoras para la izquierda italiana en el poder, porque ha ampliado la distancia con varios de sus aliados; entre ellos, el Partido Popular Italiano, principal fuerza ex democristiana. Han festejado la absolución de Andreotti con la misma intensidad que el Polo, la coalición de oposición, cuyo líder, el magnate de la televisión privada Silvio Berlusconi, sobre quien penden numerosos procesos iniciados, pidió ayer que se concluya de inmediato la "estación de Tangentópoli". Y los socialistas reclaman el regreso de Bettino Craxi, exiliado en Hammamet.

Intelectuales antiandreottianos como Giorgio Bocca o Paolo Flores de Arcais quemaron ayer sus últimos cartuchos críticos, en medio de un frenesí de aplausos. Flores de Arcais declaraba sarcástico: "Ahora pido que se nombre a Andreotti presidente del PPI, que se libere al mafioso Totò Riina y que regrese Craxi y sea nombrado senador vitalicio". Parece el punto final a toda una etapa que parecía destinada a regenerar la vida política italiana. Una etapa en la que, pese a iniciarse centenares de procesos, sólo fueron a la cárcel dos empresarios.

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