_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vivir solo

JUAN JOSÉ MILLÁS

Juan José Millás

Al poco de divorciarse, mi amigo Vicente me llamó una noche por teléfono rogándome que acudiera con urgencia a su casa. Eran las tres de la madrugada, de modo que supuse que se trataba de algo verdaderamente grave y me vestí a toda prisa para acudir a un apartamento de la calle de Príncipe de Vergara, en el que nada más entrar me di cuenta de que mi amigo había regresado, decorativamente al menos, a los tiempos de la universidad.Tomé asiento en un rarísimo sillón con los brazos de madera desnuda, producto de una hamaca de playa que había evolucionado hacia esta nueva forma de vida (una hamaca sapiens, podríamos decir), y, tras recuperar el aliento y preguntar qué sucedía, me dijo, con el rostro descompuesto, que tenía miedo.

-¿Cómo que tienes miedo? -pregunté-. ¿Miedo a morirte o algo así?

-No. Tengo miedo a dormir solo. Desde que vivo aquí, por las noches, nada más meterme en la cama y cerrar los ojos, empiezo a oír ruidos por todas partes: en el armario, debajo de la cama, tras la puerta. El otro día me levanté sudando de terror, encendí todas las luces de la casa, y al llegar a la cocina escuché voces dentro de la nevera. Luego la abrí y no había nada más que yogures caducados, claro, pero tuve que dejarla abierta hasta que se hizo de día porque en el momento de cerrarla comenzaban a manifestarse otra vez.

Me habría gustado que se extendiera un poco en el asunto este de las voces, pero calculé que eso alargaría mi comparecencia y logré contenerme. Le hice ver, en cambio, que eran casi las cuatro de la madrugada y que al día siguiente tendríamos que ganarnos la vida duramente. Además, ya éramos muy mayores los dos para perder la noche hablando de miedos infantiles.

-Tómate un somnífero antes de dormir -le dije-. Lo único que te pasa es que no estás acostumbrado a vivir solo. Toda la gente que vive sola toma somníferos, y la que vive acompañada, también, aunque en menores dosis.-Lo peor -añadió sin escucharme- es que ayer se me apareció mi madre en el cuarto de baño y ahora me da miedo hacer pis hasta que se hace de día.

Le objeté que su madre estaba viva y respondió que hubiera preferido que se le apareciera muerta.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-Un fantasma no podría haberme dado más miedo. Se me apareció con el pelo teñido de rubio y llevaba los labios muy pintados. Al verme, me apuntó con el dedo al tiempo que decía: "Desengáñate, hijo, eres como tu padre: nunca has servido para vivir solo". No se me habría ocurrido que los vivos se pudieran aparecer, pero me dio tal cúmulo de detalles que logró sugestionarme. De hecho, tenía ganas de ir al baño, pero me aguanté. Y cuando le pedí una cerveza, y dijo que me sirviera yo mismo, renuncié por miedo a abrir la nevera y encontrar dentro a dos locos conversando.

Al amanecer nos quedamos dormidos, él sobre el sofá y yo sobre la hamaca sapiens. Nos despertamos a media mañana y decidimos no ir a trabajar ninguno de los dos. Daba gusto, pese a la decoración, circular por el apartamento a plena de luz del día, sin miedo a oír voces ni a tropezar con la madre rubia y pintarrajeada de Vicente.

Comimos juntos allí mismo unas conservas y entonces me propuso que me fuera a vivir con él.

-¿Estás loco? -le dije-. Yo tengo un perro y un equipo de música que no cabría en tres apartamentos como éste. Además, a mí me gusta vivir solo. Vuelve a casa, con tu mujer y tus hijos.

Me miró de forma algo desquiciada y entonces recordé al Vicente de nuestra juventud, un loco que sin duda se salvó del psiquiátrico gracias al matrimonio.

Comprendí entonces que su mujer había contenido la locura acumulada en aquella mirada durante todos estos años en los que pasó por un sujeto normal y pensé que Madrid estaba lleno de tipos así. Yo los veía cada sábado y cada domingo en el centro comercial en el que desayuno. Se pasan horas en la tienda de la prensa, comprando a escondidas revistas pornográficas y libros de autoayuda. Y visten como una hamaca evolucionada, con ropas que no les van, aunque ellos creen que les hacen más jóvenes. Fue tal el terror que me inspiró Vicente, que esa noche no me atreví a entrar en el cuarto de baño de mi propia casa por miedo a que se me apareciera mi madre, o la suya. Y a las tres me desperté creyendo oír voces procedentes de la nevera.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_