Quintana
MIQUEL ALBEROLA
La primavera de la Cope en Valencia terminó el día en que una jauría de poderes fácticos despedazó al director que la propició, Joan Soler, y éste decidió irse a casa a proyectar el misterio de la Santísima Trinidad sobre una mesa de billar antes, claro, que representar una comedia en la que le había correspondido desempeñar un papel de piedra pómez hasta el día de su jubilación. Entonces la emisora del pasaje del Doctor Serra recuperó el coma periodístico, incluso el ditirambo afecto, pero sobre todo el claustro radiofónico y la epistemología del tráfico, la temperatura, los bomberos y los sucesos. Puñado de sensaciones que algunos, en beneficio de la eternidad, confunden con los grandes preceptos de la idiosincrasia valenciana. Si aquella época tuvo un símbolo, lo fue la tertulia El Casino, un programa en el que coincidimos casi todos entre las tres y las cuatro de la tarde, sin renunciar a nuestras dudas cardinales ni a nuestras filiaciones, y que luego nos permitía sobremesas de café de tanta intensidad como la que alcanzábamos en el aire ante una audiencia creciente e inquieta. Y si aquel programa tuvo un emblema fue la potente voz del periodista Vicent Quintana, que fue el conductor del programa mientras duró. Ahora Cope-Valencia, por decirlo fino, ha prescindido de los servicios de este locutor, cuya sugestiva voz ha ganado cada día terreno en las producciones televisivas y en la publicidad. Parece que se trata de un ajuste sutil para desincrustar de los micrófonos de la emisora los ecos de aquella experiencia. En su vozarrón todavía había resonancias de aquella tertulia que tanto irritó a Rita Barberá y al difunto Vicente González Lizondo, y que tanta saliva episcopal y tantas avemarías comportó por esta causa. Por supuesto que aquellas tardes de principios de los noventa que enfriaron el recalentamiento de la emisora supusieron una anomalía apasionante y casi imposible. Pero fue tan significativa que años después todavía tratan de apisonarla en la figura de Vicent Quintana, quien ahora ha pagado el pato por pura represalia.
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