Varios equipos estudian el posible origen infeccioso del 30% de los infartos
Un 30% de las personas que sufren ataques cardiacos no presentan factores de riesgo conocidos; es decir, no son hipertensos ni fumadores. Tampoco tienen el colesterol alto, su peso no es excesivo y hacen ejercicio con regularidad. Sin embargo, existe otro factor, la inflamación del sistema coronario, común a todos ellos, que podría considerarse como la causa del infarto. La pregunta es: ¿qué produce la infección que provoca esta inflamación? Una docena de equipos médicos trabajan para confirmar la hipótesis de que una bacteria es la causa de muchos de los infartos.
¿Qué agente bacteriológico o vírico está detrás de esas patologías cardiacas agudas, que no presentaban síntomas previos y que suscitan problemas coronarios en miles de enfermos? La pregunta ha movilizado a los científicos, porque de su respuesta depende la posibilidad de un viraje en el tratamiento de estas dolencias y la prevención de un importante porcentaje de infartos. Ésta fue una de las cuestiones que suscitaron el interés de los asistentes al 35º Congreso de Cardiología, celebrado Sevilla.Sean agudos o estables, estos pacientes disponen hoy de una amplia batería de fármacos. La mayoría de ellos son vasodilatadores y antiinflamatorios que permiten afrontar la patología coronaria con cierta eficacia, consiguiéndose en la mayoría de los casos una alta calidad de vida. Pero si se descubriese que la causa de ese 30% de cardiopatías inexplicables es una bacteria, el tratamiento podría hacerse con antibióticos. Sería, casi, como una revolución. Éste es el gran reto que hoy se plantean los científicos que investigan sobre la patología isquémica. Para encontrar una respuesta, no menos de una docena de equipos del Reino Unido, Alemania, EE UU, Italia y España llevan más de 15 años trabajando en ello. Una respuesta que, aseguran los investigadores más optimistas, tardará en llegar por lo menos dos años
"Chlamydia pneumoniae"
El cardiólogo argentino Juan Carlos Kaski dirige en el George"s Hospital de Londres uno de los equipos más prestigiosos entre los que tratan de hallar la causa de la inflamación cardiovascular. Kaski estableció un protocolo a finales de los años ochenta que de alguna manera probaba la intervención de la bacteria Chlamydia pneumoniae (Cp) en la inflamación de los tejidos coronarios. Él fue quien lanzó la teoría. Aunque no por ello dejó de hacerse la pregunta: "¿Es una bacteria inocente que está por casualidad en los tejidos coronarios o, por el contrario, llega a ellos de forma activa para desencadenar y acelerar el proceso inflamatorio?".
La presencia de esta bacteria era mayor en las personas afectadas por angina de pecho o infarto, por ejemplo, que en aquellas otras que no sufrían la enfermedad; incluso en las que no estaban enfermas, pero que tenían más anticuerpos de los normales contra la Chlamydia, Kasky descubrió que también tenían más posibilidades de enfermar. El cardiólogo argentino ha probado esta actividad bacteriológica estudiando a pequeños grupos de afectados; en algunos tejidos enfermos ha comprobado que la contaminación por Chlamydia es hasta de un 70%, y que cuando las placas se rompen coinciden con un estado activo de la bacteria. Ensayos hechos en laboratorio por otros equipos confirman los datos de Kasky.
Estudios más amplios realizados con conejos hipercolesterolémicos en Nueva Zelanda prueban además que la bacteria permanece en las células y produce sustancias inflamatorias que dañan las arterias, llegando a generar placas que provocan el infarto. Pero si a estos conejos se les trata con antibióticos, el grosor de los vasos sanguíneos disminuye rápidamente.
"¿Es ésta la evidencia que buscamos?", se pregunta Kasky. "Aún no, porque también han aparecido otros ensayos en los que los resultados no son tan claros". "Creo que estamos en el camino correcto", señala. "Pero aún han de pasar por lo menos dos años, cuando se conozcan los resultados de los tres macroestudios epidemiológicos que tenemos en marcha, para poder afirmar o desmentir que la patología cardiovascular puede tratarse con antibióticos", concluye.
También el que fuera premio Príncipe de Asturias 1990 Salvador Moncada, descubridor del óxido nítrico (ON), de gran importancia para el tratamiento de las enfermedades coronarias, comparte las precauciones de Kaski. "Pero, si se demostrase esta probabilidad", comenta, "los médicos, incluidos los cardiólogos, se llevarían una gran sorpresa, porque hasta ahora nadie podía imaginarse que los problemas cardiovasculares podrían ser tratados con antibióticos".
De la misma opinión es Xavier García-Moll, del servicio de cardiología en el hospital de San Pablo de Barcelona. Moll cree asimismo que hay que ser prudentes y esperar, "aunque cada día tengamos más evidencias" de que la Chlamydia es causante de la inflamación arterial y del consiguiente síndrome agudo. "Lo importante de este esfuerzo de más de veinte años que llevamos investigando para encontrarle una explicación a los infartos inexplicables", asegura Kasky, "es que cada vez conocemos un poco más de lo que rodea a la patología coronaria". Y una dificultad añadida, recuerda Kasky, es que no se sabe qué ocurre en las placas que se forman en el sistema coronario. "Conocer esto, de momento, no es accesible a nuestros elementos diagnósticos. No sabemos por qué, de golpe, se sueltan las placas, forman el coágulo y provocan el infarto". La enfermedad coronaria, concluye, es básicamente un fenómeno inflamatorio, pero la rotura de las placas sigue siendo un misterio.
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