_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La abstención de la izquierda, un regalo para Haider

Si los resultados electorales son producto de su interpretación, las elecciones parlamentarias austriacas del 3 de octubre pueden ser consideradas como una victoria de la extrema derecha, del FP (Partido Liberal Austriaco) de Jörg Haider. Y en realidad, no se puede decir que sea un juicio erróneo. Para bien o para mal, Haider desempeñará un papel relevante en la formación del próximo Gobierno austriaco, ya que, después de todo, sus electores han aumentado en un 6%, mientras que el partido en el Gobierno, el de los socialdemócratas de Viktor Klima, ha sufrido un descenso del 5%. Pero para quien observa desde cerca estos resultados, la situación se muestra mucho más compleja; y el verdadero derrotado es en realidad el ciudadano socialdemócrata comprometido. En efecto, el cambio más dramático es la defección de los votantes, que, con una disminución del 10%, han quedado reducidos al 76% en un país en el que el voto es obligatorio.Merece la pena subrayar los efectos de este fenómeno: en realidad, la derecha no ha conquistado un gran número de electores o de nuevos sufragios; si bien la izquierda moderada ha perdido una cuota de consenso, no la ha cedido a otros partidos, sino al partido del no voto.

No se trata seguramente de un hecho nuevo, aunque pocos han reconocido su significado. En Alemania, por ejemplo, no se puede decir que la CDU haya conquistado nuevos adeptos; en las recientes elecciones municipales y regionales, el número de sus votantes ha permanecido estable. El canciller Schröder, líder del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), ha sido castigado con un alto porcentaje de abstención. El Partido Socialdemócrata no ha logrado convocar de nuevo a la masa de sus electores; y en las elecciones regionales de este año, muchos de los que le habían apoyado en 1998 se han quedado en casa.

Por lo que se refiere al Reino Unido, Tony Blair empieza a pensar que el resultado de las elecciones europeas podría no ser una casualidad. Más allá de los sondeos de opinión, a la hora de votar -en el caso británico, en las elecciones municipales- laboristas y conservadores han combatido en la cuerda floja, con cerca de un 38% de indecisos; e incluso en este caso, se ha revelado determinante el bajo número de votantes. Muchos de los electores laboristas de 1997 simplemente han renunciado a acudir a las urnas. Aunque sus simpatías no se inclinan por los tories ni por cualquier otra alternativa, tampoco aprueban el Gobierno del Nuevo Laborismo.

Éste es el factor clave de las últimas consultas electorales, que se aplica incluso al caso de Austria: si el "nuevo centro" está cansado de la tercera vía, sus opositores siguen convencidos de la vía que han elegido. (Es interesante hacer notar que en este caso los términos podrían hacer caer en el error: el austriaco Haider ha sostenido explícitamente durante mucho tiempo la tesis de una tercera vía, como por otra parte lo hizo Perón en Argentina y, antes de él, el mismo Franco en España. Pero ésta pretende ser sólo una apostilla sobre la actitud ahistórica del Nuevo Laborismo). Los defensores de los nuevos socialdemócratas europeos están poco convencidos de lo que se está haciendo en su nombre; mientras sus opositores siguen activamente, y en ocasiones agresivamente, comprometidos con sus opciones políticas.

Éste es el resultado real de las últimas elecciones, que han visto afluir a las urnas a los activistas, mientras los moderados se quedaban en casa. Y los tories son todavía un partido de activistas, sobre todo en lo que a la cuestión de Europa se refiere; parece que sólo apelando a este tema pueden contar con un porcentaje de votos semejante al de Haider. ¿Pero con quién puede contar Tony Blair cuando ofende al nuevo laborismo sin lograr contentar al "nuevo centro"? Un periodo de desafección al voto entre los ciudadanos más moderados y conscientes se convierte así en un momento de aparente éxito de los activistas, que en parte son de izquierda, pero que frecuentemente representan a la derecha. Así, Jörg Haider se beneficia sobre todo de la incapacidad de los reformadores moderados de movilizar a sus electores.

Con esto no pretendo minimizar los efectos de un evidente giro a la derecha. Temas como el orden y la legalidad, la inmigración y la demanda de asilo, constituyen cuestiones controvertidas en Europa, y pocos partidos de centro-izquierda han logrado convencer al electorado de que poseen las mejores recetas para afrontarlos. En Austria, otros problemas han pesado sobre los resultados. La población, cansada del viejo asociacionismo de la gran coalición rojo-negra, se ha sentido atraída por el "nuevo aire" prometido por el FP. Diferente es el caso de Alemania y el Reino Unido, en donde las victorias socialdemócratas han representado una señal de cambio. Pero de cualquier modo, parece que por doquier son los abstencionistas los que determinan la estructura de los gobiernos del mañana. Y dado que la apatía de los votantes es la otra cara de la medalla de un régimen autoritario, la perspectiva no es seguramente de las más halagüeñas.

Sin embargo, es difícil sacar conclusiones de estas observaciones. En el seno del Partido Laborista británico no faltan declaraciones de autocrítica que insisten en la incapacidad de llevar a cabo una campaña más convincente (sobre todo respecto a las elecciones europeas). Tanto en Alemania como en Austria, los socialdemócratas prometen una mayor disponibilidad a la escucha, seguramente para poder ofrecer a los electores lo que desean. También en Francia, en donde aparentemente el Gobierno sigue controlando una mayoría con la que se puede contar y dispuesta a ir hacia adelante, hay una preocupación por la solidez de los bloques ideológicos y la inestabilidad del centro. ¿Qué pasaría si la nueva socialdemocracia se revelase aún más episódica de lo que algunos llevan afirmando hace tiempo? ¿O si existiera una nueva política para el futuro, capaz de atraer a un centro, cansado pero aún animado por un espíritu de reforma?

Ralf Dahrendorf es sociólogo, liberal, fue director de la London School of Economics y es miembro de la Cámara de los Lores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_