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Tribuna
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Territorio Gil

SEGUNDO BRU

No sé si el sueño de la razón puede acabar engendrando monstruos pero sí estoy dispuesto a admitir, retorciendo perversamente el argumento ontológico de San Anselmo, que todo lo que puede concebirse puede acabar existiendo. Supongo que mis contertulios estivales coincidirán en esto tras leer la información que publicaba ayer este periódico sobre el próximo desembarco de Gil en diversos ayuntamientos de nuestra costa. Hubo unanimidad durante nuestras frecuentes elucubraciones playeras en considerar que éramos un terreno abonado para ello e incluso apuestas acerca de qué políticos y empresarios valencianos entrarían rápidamente en su juego. Y ya que nuestros vaticinios de Casandras veraniegas se han cumplido con certera precisión permanezcan atentos a un personaje aficionado a los maletines, que no tiene un pelo ni de tonto ni de nada, que acaba de ser defenestrado de la dirección de su, por ahora, último partido político y sobre el que había absoluta coincidencia en señalarlo como el abanderado idóneo del GIL por estas tierras.

Divertimentos al margen, la irrupción en la vida política española de Gil, Ruiz Mateos o Conde, de quienes buscan en ella una extensión de sus negocios e impunidad frente a sus transgresiones de las leyes, se debe en parte a una cierta enfermedad infantil de nuestra democracia -irrupciones similares ya que se produjeron en países próximos, siendo fagocitadas- y a la desesperante lentitud de la justicia española, unida a un posible exceso de garantismo, puesto que los límites constitucionales a la acción política son afortunadamente muy amplios y la actividad de los delincuentes es obviamente asunto de los jueces. Pero ello no supone ignorar que el fracaso de los partidos tradicionales, incluyendo por supuesto al Bloc, en los municipios costeros ha sido y es clamoroso. Cuando lo que importan son los planes de ordenación o recalificación urbana, fuente básica de negocios inmobiliarios, con olvido total de las infraestructuras. Cuando se tiene a una población turística, como en Xàbia, sin suministro de agua potable desde hace meses. Cuando esto se repite en numerosas poblaciones sin que actúe la Generalitat ni para solucionarlo urgentemente ni para imponer la necesaria moratoria en la construcción. Cuando las calles de estos municipios en sus zonas de playa, como en Xàbia, están más sucias y malolientes que las de Calcuta. Cuando en tanto que estos partidos sólo se diferencian en cada localidad por los intereses que defienden, que no son los generales, esto provoca una continua fragmentación de la oferta política y ello conduce a mayorías imposibles o inestables. Cuando un partido como UV, unida por el cemento inmobiliario, se descompone y deja a gente en el paro. Cuando el voto de una tránsfuga, sea en Benidorm con Zaplana o en Ceuta con quienes le imitan, decide el negocio urbano, el terreno está abonado para Gil.

Zaplana prometió, y todavía no ha cumplido su promesa, una nueva ley de ordenación del territorio. Supongo que, al ver que pintan bastos, su nueva ley será aún más restrictiva que la existente, porque no tendría sentido abonar legislativamente el terreno a Gil y luego obligar al gobierno de Aznar a retirarnos competencias en la materia como si fuésemos Ceuta. Claro que aquí el negocio, y de negocios se trata, está todavía en sus manos.

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