El plató AGUSTÍ FANCELLI

El Miniestadi del Barça fue ayer un plató de televisión. Descarado. El escenario en el que se sucedían las intervenciones estaba de espaldas a la presidencia del acto, es decir de cara a las cámaras. Si el jueves, en plena intervención de Maragall, González y Almunia dejaron al candidato con la palabra en la boca, no mucha más educación mostró la grey convergente-unionista en la colocación de sus invitados. Es cierto que allí nadie se levantó, ni movió un dedo, hasta que Pujol se hubo vaciado del todo. Pero los capitostes del asunto tuvieron que conformarse con verle la espalda a su bienamado líder. El rostro encendido, las manos disparadas, incluso un jacarandoso paseo lejos del atril mientras atiborraba de grandes conceptos al personal, todo eso fue especialmente dedicado a los periodistas situados en el lugar de honor del acto.Pero las leyes del plató son férreas. Manda el horario y la puesta en escena por encima de los contenidos. Duran Lleida, que intervino justo antes de Pujol, es decir, como el número dos que es, por más que él insista en ir octavo en la lista -qué cosas tiene la modestia cristiana de Unió-, se mostró como un auténtico virtuoso de lo que en periodismo se conoce como la pirámide invertida, esto es, el arte de colocar en un texto las ideas en orden decreciente de importancia con el fin de que las que ocupan los últimos párrafos puedan suprimirse según el espacio disponible sin alterar el significado global. Reloj colocado sobre el atril, tras haber comparado a Pujol con Churchill y haber dicho de él que ha sido el mejor presidente de Cataluña del siglo XX -¿y del XXI, no?, ya puestos...-, se le agrió súbitamente el carácter y se puso a lanzar dardos contra los socialistas, a los que despreció como "estos que quieren hacerse los simpáticos en Madrid", cuando yo le recordaba sumamente afable acogiendo a Aznar en Baqueira como un esquiador más. El caso es que los exabruptos de Duran, que parecían sinceros, se cortaron puntualmente a las 20.29 horas, un minuto antes de que entrara el Telenotícies vespre, tiempo suficiente para que Pujol subiera al estrado con el público en pie haciendo ondear las banderas. A eso se le llama espíritu de sacrificio. Laus Deo!

El resto se lo cuenta mi compañero Garriga, que yo he quedado tan henchido de amor a la patria que no ligo nada. Nos vemos después de la publicidad.