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Medio millar de jóvenes antifascistas causan graves destrozos en Sants

Medio millar de jóvenes antifascistas (anarquistas, okupas, comunistas e independentistas radicales) sembraron ayer el caos en el barrio de Sants de Barcelona, montando barricadas a las que prendían fuego, destrozando mobiliario urbano y rompiendo todas las cristaleras de las entidades financieras que encontraban a su paso. Los jóvenes se enfrentaron a la policía, que les impidió acercarse a la plaza de los Països Catalans, donde grupos de ultraderecha celebraban un acto presidido por Ricardo Sáenz de Ynestrillas, con motivo del Día de la Hispanidad.

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"Skins" con "pit-bulls"

La policía detuvo a 26 manifestantes, dos de ellos menores. Tres agentes resultaron heridos leves en los enfrentamientos. A mediodía de ayer, los vecinos de Sants asistieron atónitos a una muestra de violencia urbana provocada por jóvenes -algunos, jovencísimos adolescentes de 14 o 15 años- que, embozados con pasamontañas o pañuelos, protestaban por el acto que la ultraderecha montaba en la plaza de los Països Catalans para reivindicar el régimen franquista y denostar las libertades democráticas.

La plaza de los Països Catalans ha sido escogida por ésta para celebrar todos los años la fiesta de la bandera y de la Hispanidad precisamente por llevar este topónimo. En 1991, tras el acto ultra, un nutrido grupo de skinheads (cabezas rapadas) fue esparciendo el pánico por Barcelona apaleando a toda persona que, por su vestimenta, pudiera parecer progre.

Tras años de relativa tranquilidad, Cataluña ha asistido últimamente al renacimiento de la violencia skin y al rebrote de los actos xenófobos. Ello llevó a la plataforma antifascista, integrada por jóvenes extremistas, a convocar la contramanifestación de ayer en la plaza de Sants a la misma hora en que la ultraderecha celebraba su acto.

La preocupación de la policía era que los skins y los antifascistas, separados por medio millar de metros pero sin verse porque el edificio de Renfe corta la visión entre la plaza de Sants y la dels Països Catalans, no llegaran a encontrarse en ningún momento. A tal fin, montaron un espectacular y evidente dispositivo integrado por agentes antidisturbios y un nutrido y más discreto cordón formado por policías de paisano. Un helicóptero sobrevoló el lugar en todo momento.

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Tras una manifestación por el tranquilo barrio de Sants gritando consignas contra la violencia skin, realizando pintadas y cortando el tráfico, los jóvenes extremistas iniciaron su marcha de frente en busca de los ultras. En este momento intervino la policía con su arsenal de pelotas de goma y el ulular de sus sirenas para evitar el encontronazo.

Barricadas de fuego

Los manifestantes se replegaban temporalmente para repetir nuevos ataques. Incendiaron contenedores de basura, destrozaron locales comerciales y levantaron barricadas. También ataron una cadena a una ristra de neumáticos de coche -lo que indica que tenían su logística a punto-, la anclaron en los semáforos y le prendieron fuego. Entre las 13.00 y las 14.30, esta operación se repitió una y otra vez con una estrategia estudiada: cuando una barricada ardía, construían otra unos 200 metros más atrás, y otra, y otra, y otra, a las que iban prendiendo fuego. Esto sucedía en la calle de Sants, una vía ancha, pero que a cada lado tiene un dédalo de estrechas e irregulares callejuelas que los manifestantes sellaban atravesando coches para evitar la llegada de los antidisturbios.

En su recorrido, los radicales quemaron más de un centenar de contenedores de basura y causaron serios daños en las nueve sucursales bancarias con las que toparon. Protegidos por las barreras de fuego que habían levantado, arrasaron todas las cristaleras de las entidades financieras. En algún caso, los daños alcanzaron al interior de estos establecimientos, arrancando ordenadores y material de oficina que después destrozaron.

El segundo objetivo en las preferencias de los manifestantes lo constituyeron tres oficinas de alquiler y venta de pisos, que, como los bancos, fueron arrasadas tras hacer añicos sus cristales. Junto a estas oficinas, una modesta tienda de muebles vio rota su gran luna y una sede del Partido Popular resultó devastada.

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