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Vencer un atraso histórico

El primer ministro portugués, António Guterres, ha prometido que dedicará la próxima legislatura a "vencer el atraso estructural que aún padece el país frente a Europa". La mejoría económica de Portugal no oculta el reconocido atraso que todavía sufre respecto a la media europea. En la última década, los portugueses compraron cerca de 2,5 millones de automóviles y más de 500.000 casas, fueron construidos más de mil kilómetros de autopistas, los salarios aumentaron ligeramente y ha disminuido el analfabetismo. No obstante, aún persisten grandes bolsas de pobreza y marginación que empañan la década más fructífera y estable de la historia democrática de Portugal.El socialista António Guterres ha explicado que ese atraso debe ser superado mediante la "mejora de la productividad de las empresas, la mayor cualificación de los empleados y un aumento de la eficacia y la competitividad de las compañías". Sin embargo, no todo puede reducirse al plano económico. El 75% de los trabajadores sólo tienen, como máximo, estudios primarios, el 50% son casi analfabetos y el 20% vive en condiciones de extrema pobreza. Los barrios de la periferia de Lisboa albergan preocupantes índices de marginación y las aldeas del interior del país reúnen a una gran mayoría de jubilados y ancianos que viven en una situación de completo abandono.

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El sistema judicial es un auténtico caos (simplemente no funciona), la reforma fiscal es urgente, la educación necesita un buen repaso y el aparato sanitario padece graves dolencias, con más de 70.000 personas (en un país de poco más de nueve millones de habitantes) que aguardan turno en las listas de espera para ser intervenidas quirúrgicamente.

A pesar del atraso, los portugueses han visto mejorada su calidad de vida. Se ha reducido notablemente el índice de analfabetismo y la mortalidad en general, especialmente la infantil. Los salarios han aumentado ligeramente, la pensión media ha subido a los 46.800 escudos (unas 38.000 pesetas) y la reducción de los tipos de interés ha disparado el consumo, pero provocando un enorme endeudamiento de las familias debido a la avalancha de las compras mediante créditos.

El índice de lectura y productividad sigue siendo de los más bajos de Europa, aunque las nuevas generaciones despiertan grandes expectativas para un país que consiguió entrar en la moneda única, pero se encuentra lejos de la modernidad del Viejo Continente.

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