_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Menos mayoría, más Parlamento

CiU despreció a la Cámara mientras su dominio fue absoluto, pero hubo de aceptar sus iniciativas cuando lo perdió.

Si en 1995 se cerró la cuarta legislatura del Parlamento de Cataluña con el recuerdo de la insólita felicitación de la mayoría al Gobierno catalán por su actuación en los incendios forestales de 1994, la legislatura que acaba que hace el número cinco desde la recuperación del autogobierno, se recordará por ser la primer en la primera después de 12 años en la que Convergència i Unió (CiU) perdió la mayoría absoluta y la lenta pero constante erosión de su tradicional hegemonía. La dinámica de cuatro contra uno que se inició en los primeros compases parlamentarios sólo tuvo efectos significativos en la elección de Joan Reventós como presidente del Parlamento catalán y rápidamente derivó en una sistemática alianza CiU-PP.Pero lo cierto es que, una vez más, se demuestra que cuando ningún grupo parlamentario dispone de mayoría absoluta la actividad parlamentaria crece y la pluralidad de iniciativas y de impulsos parlamentarios tiene más espacios para desarrollarse y avanzar.

Las cifras son contundentes. La mayor debilidad de la coalición convergente-democristiana ha traído consigo una capacidad mucho mayor de los grupos de oposición para hacer prosperar sus propuestas. Aunque tres de cada cuatro leyes aprobadas en esta legislatura tienen su origen en proyectos de ley presentados por el Ejecutivo catalán -algo absolutamente normal en cualquier régimen parlamentario-, no es menos cierto que la legislación restante ha tenido su origen bien en una proposición de ley presentada por un grupo parlamentario ajeno al Gobierno, bien en una propuesta unitaria de todos los grupos, bien -y esto es una novedad en nuestra historia autonómica- en una iniciativa legislativa popular presentada con el aval de miles de firmas de los ciudadanos. Hay que remontarse a la primera legislatura autonómica, en la que CiU tampoco contaba con mayoría absoluta, para encontrar niveles de éxito de las iniciativas ajenas al Gobierno comparables con los de la última.

Las mociones y las proposiciones no de ley han alcanzado cifras nunca vistas en las anteriores legislaturas y las constantes refriegas entre grupos de mayoría y minoría han ido permitiendo niveles de aprobación de tales instrumentos de control e impulso parlamentario impensables en los 12 años de rodillo convergente. En estos cuatro años se han presentado tres veces más interpelaciones que en cualquier otro ciclo anterior, pero es que además se han sustanciado casi 13.000 preguntas parlamentarias de las más de 14.000 presentadas.

Estamos, pues, ante la legislatura más movida de las cinco que ha vivido el Parlamento catalán desde su reinstauración. La cuarta legislatura fue una demostración palmaria de lo esterilizante que puede ser para cualquier Cámara el funcionar con un grupo que dispone de una mayoría absoluta que se relaciona con un Gobierno que menosprecia la labor de control y de rendición de cuentas que tiene asignada toda asamblea representativa en una democracia consolidada. Recordemos el absoluto abandono a que sometió el presidente Jordi Pujol a su grupo parlamentario en aquellos años -no se reunió una sola vez con el grupo en 12 años- o leamos la amargura de los comentarios del diputado de CiU Raimon Escudé, descolgado en la actual lista, en recientes declaraciones presagiando lo que sería su adiós a 19 años de dura labor parlamentaria.

La prepotencia, la desconsideración a la labor de la oposición, la sensación de invulnerabilidad acaban siendo contraproducentes en toda democracia. Reducen la capacidad de aprendizaje, de recibir señales, y acaba uno quejándose, como hizo Pujol al inicio de esta legislatura, de que los demás se alíen contra uno.

La próxima legislatura no permitirá, previsiblemente, los comportamientos displicentes, ya que todo apunta a que no habrá nadie con mayoría absoluta, y se necesitarán coaliciones más o menos estables de gobierno. La labor de gobierno se puede complicar, pero el Parlamento vivirá más intensamente y ello redundará en beneficio de Cataluña. Y, si no, que se lo pregunten a los países cuyos Parlamentos son sólo una caja de resonancia de Gobiernos o liderazgos prepotentes y escasamente sometidos a control

Joan Subirats es profesor de Ciencia Política y Joan Vintró de Derecho Constitucional.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_