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La peor pesadilla del Kremlin

La república rebelde tiene un arma infalible de la que carece Moscú: la decisión de luchar a vida o muerte

Se diría que los chechenos no sólo no han podido, sino que no han querido reconstruir Grozni. Y no porque desearan conservar como un monumento a su coraje barrios enteros reducidos a solares, enormes edificios que parecen esculturas abstractas por las que se cuela el viento y la huella omnipresente de la metralla y las balas. El motivo ha podido ser muy diferente: la convicción de que no merecía la pena reconstruir lo que podía ser destruido otra vez. Tal vez por eso, los chechenos no se durmieron en los laureles de su primera y victoriosa guerra, en la que humillaron a Rusia.Esta vez, cuando los rusos cruzaron la frontera, encontraron con el fusil o el lanzagranadas en la mano a sus centenarios enemigos, a los que no pudieron doblegar por completo ni zares ni comunistas. La guerra, según las impresiones extraídas sobre el terreno, será larga, sobre todo si los rusos no se detienen en la frontera natural del río Terek e intentan extirpar el "cáncer checheno". Es evidente, además, que los chechenos están dispuestos a olvidar sus diferencias ante el enemigo común. La prueba es que Shámil Basáyev ha sido nombrado jefe del frente oriental, en la zona fronteriza con Daguestán desde la que lanzó las dos incursiones que, a la postre, han sido el detonante (o pretexto) de la invasión rusa, además de los atentados.

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Basáyev fue durante la guerra de 1994-1996 el brazo derecho del presidente Aslán Masjádov, al que disputó luego sin éxito la presidencia y al que le gustaría quitar de enmedio para implantar un régimen islámico radical. Pero ahora los chechenos no se detienen en estas rencillas. Por eso, en el noroeste, en la zona de Naurskaya, las supuestas fuerzas regulares conviven con combatientes islámicos de Basáyev.

No se ha librado la batalla para conservar el norte, pese a la promesa de no ceder sin lucha ni un palmo de terreno, porque la fisonomía del terreno no era defendible. Y, si los rusos cruzan el Terek, probablemente no encontrarán mucha resistencia ni siquiera para entrar en Grozni. Otra cosa es lo que ocurra una vez que estén dentro, en el mismo escenario en el que centenares de tanques y millares de soldados fueron machacados en la histórica Nochevieja de 1994. Es más, los chechenos pueden incluso perder Grozni y retirarse a las inexpugnables montañas del sur y el este, desde las que podrían organizar el contraataque y la reconquista. Lo que no es previsible es que se den por vencidos y acepten someterse a la dominación rusa.No sin librar una lucha a vida o muerte. Su arma principal es su determinación. Masjádov lo ha dicho así de claro: "Chechenia no será parte de Rusia ni ahora ni nunca".Es obvio que no existe la misma determinación en el bando enemigo, en el que vuelve a haber soldados de reemplazo poco motivados y peor entrenados. Tal vez por ello, el mando militar ha optado por una campaña del tipo de la que emprendió la OTAN en Kosovo, reduciendo al mínimo las bajas propias. Si, como parece, hay detrás de esta campaña claras motivaciones políticas, con el Kremlin como premio gordo, la llegada de bolsas de plástico con cadáveres podría hacer que a Borís Yeltsin y a su primer ministro, Vladímir Putin, les saliera el tiro por la culata. Y ese espectáculo sería inevitable si los rusos se lanzan a la batalla final.

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