La catástrofe revela las deficiencias en la seguridad de una red anticuada y privatizada
El mortífero accidente ferroviario de ayer, el tercero en 11 años en el Reino Unido, vuelve a poner en el centro del debate lo anticuado de la red de ferrocarriles y las deficientes condiciones de seguridad del servicio desde la privatización de British Rail y su conversión en Railtrack y otras 25 compañías. El presidente de Railtrack, Philip Beck, admitió ayer sus deficiencias: "Asumimos plenamente la responsabilidad de tan lamentable acontecimiento". Un abogado de víctimas de accidentes ferroviarios señaló: "Hay un problema con la red privatizada que hay que abordar urgentemente".
La seguridad de los ferrocarriles británicos está en tela de juicio. Diariamente se producen numerosas denuncias por parte de los viajeros, víctimas de años sin inversiones en la infraestructura ferroviaria. Para ellos, el despedazamiento de Bristish Rail en varias compañías a partir de 1996, cuando ya arrastraba muchas carencias, no ha hecho sino agravar la situación.Retrasos crónicos, vagones anticuados, señalización precaria... un estudio publicado en agosto reveló un incremento del 154%, en sólo dos años, en el número de quejas de los usuarios. Lo más grave es que en 1998, la cifra de incidentes en los que un maquinista se saltó un semáforo en rojo aumentó en un 8%, hasta llegar a los 643 casos, mientras que el número de raíles defectuosos se incrementó en un 21%, hasta rondar el millar.
Mas allá de las compañías privatizadas, entre ellas la Virgin Trains de Richard Branson -un sonoro fracaso-, las críticas de los viajeros se centran en Railtrack, que cotiza en Bolsa y se encarga de las infraestructuras y del mantenimiento de la vías y señales. Las críticas son tan altas como sus beneficios: 428 millones de libras (unos 110.000 millones de pesetas) en el ejercicio 1998-1999.
El Gobierno de Tony Blair se encuentra en una situación delicada. Está acuciado por una opinión pública que exige castigos, pero está poco capacitado para imponer sanciones. Trata de compensar esta incapacidad con la creación de entidades reguladoras y con amenazas de multas. Pero este es el momento en que se sigue sin ver resultados.
El ministro de Transportes, John Prescott, anunció en agosto que el Gobierno va a poner en marcha para finales del 2003 un sistema de alerta para cuando un tren se pasa un semáforo en rojo. Los sindicatos hicieron notar que el equipo propuesto está menos perfeccionado, y es más barato, que los que emplean los trenes de alta velocidad del continente.
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