Fallece Mariano Rubio, el gobernador del Banco España que pilotó la transición de la banca
Mariano Rubio Jiménez, que fue gobernador del Banco de España entre 1984 y 1992 y subgobernador entre 1977 y 1984, falleció ayer en Madrid a la edad de 67 años víctima de un cáncer de colon. Rubio pilotó durante 15 años la profunda transformación registrada por el sistema financiero español desde su grave crisis y el status quo bancario a la competencia y la integración en Europa. Sentó las bases de la independencia del banco emisor, pero su carrera quedó truncada en 1992, cuando el Gobierno no renovó su mandato como consecuencia de su implicación en el escándalo Ibercorp.
Mariano Rubio estaba divorciado de Isabel Azcárate y casado por segunda vez con la escritora uruguaya Carmen Posadas. Rubio accedió al cargo de subgobernador del Banco de España en julio de 1977, nombrado por el entonces gobernador, José María López de Letona.De hecho, no era la primera vez que Rubio ocupaba un alto cargo en la institución. Entre 1965 y 1970 había desempeñado las funciones de subdirector del servicio de Estudios y subdirector general. En esos años tuvo bajo su responsabilidad un destacado equipo del que formaron parte dos futuros ministros socialistas: Carlos Solchaga y Miguel Boyer.
El nombramiento de Rubio como subgobernador se produjo justo en el inicio de la profunda crisis bancaria que afectó al sistema financiero español hasta mediados de los años ochenta y que fue la más grave de Europa. La crisis engulló una cincuentena de instituciones financieras y el Banco de España debió utilizar mecanismos especiales para hacer frente a la situación como el Fondo de Garantía de Depósitos en Establecimientos Bancarios (FGD) o la intervención directa de algunos bancos.
El papel destacado de Rubio en esa crisis condujo a su nombramiento como gobernador en julio de 1984 por el Gobierno del Partido Socialista. Su intervención destacada en la crisis generó algunas críticas contra él por su supuesta discrecionalidad. En cualquier caso, esa fase, definió tanto su carácter de hombre duro como su política de intervencionismo extremo en la vida del sector bancario, críticas ambas que le acompañarían hasta el final de su gestión.
Camino de la liberalización
Sin embargo, una de sus prioridades, tras superar la crisis, fue la de forzar la reducción de los coeficientes bancarios, que afectaban al inicio de su mandato a casi un 40% del pasivo bancario y al 4,5% en el momento de su marcha del Banco de España.La política de reducción de coeficientes no le hizo olvidar a Rubio las principales conclusiones de la crisis, en especial la necesidad de que los bancos contasen con una elevada solvencia a través del establecimiento de unos rígidos coeficientes de capitalización. Hoy, la banca española está considerada como una de los más solventes del mundo.
Gracias a ello, el sistema financiero español pudo asimilar sin sobresaltos la profunda liberalización y desregulación del sector que se puso en marcha a partir de los años ochenta. Desde la superación del statu quo, que limitaba severamente la competencia, hasta la asimilación del desembarco de la banca extranjera en España, pasando por la liberalización del movimiento de capitales o la irrupción de las cajas de ahorros en todos los ámbitos del negocio. Uno de los jalones más significativos de este proceso tuvo lugar en 1989, cuando el ministro de Economía del Gobierno socialista, y antiguo colaborador suyo, Carlos Solchaga, aprobó la entrada de España en el Sistema Monetario Europeo (SME).
La etapa de Rubio al frente de la máxima institución financiera quedó también marcada por el control directo sobre las prácticas de la operativa bancaria, a través de las circulares del Banco de España, que establecían una rigurosa política de dotaciones, y la creación de un reputado cuerpo de inspectores encargados de aseguar el rigor contable de las entidades y una mayor transparencia de sus actividades.
El banco emisor jugó asimismo un papel capital en el desarrollo de los mercados monetarios, gracias a los cuales España pudo desarrollar los mecanismos necesarios para ejecutar una política monetaria en el contexto de la lucha contra la inflación, objetivo prioritario de aquellos años.
Una de las actuaciones más controvertidas de Mariano Rubio fue su apuesta por las concentraciones bancarias, opción que le granjeó acusaciones de favoritismo e intervencionismo excesivo. En 1987 Rubio apoyó abiertamente la oferta de compra del entonces Banco de Bilbao, que presidía, José Ángel Sánchez Asiaín, sobre Banesto. Del fracaso de la operación emergió la figura de Mario Conde, nuevo presidente de Banesto, y uno de los principales enemigos de Rubio.
El enfrentamiento entre el gobernador y el nuevo banquero marcó los últimos años de la gestión de Rubio al frante del Banco de España. Como defensor de la ortodoxia bancaria, Rubio mantuvo una férrea política de oposición a la entrada en la banca de los nuevos protagonistas de la ingeniería financiera que comezaron a surgir en España a mediados de los años ochenta, uno de cuyos más conspicuos representantes era Conde, aunque no el único. También se opuso a personajes como Javier de la Rosa, a quien tuvo ocasión de calibrar cuando se ocupó de la crisis del Banco Garriga Nogués, filial catalana de Banesto, y del que De la Rosa fue vicepresidente ejecutivo. Lo mismo cabe decir de su actitud hacia el ex presidente de Rumasa, José María Ruiz Mateos, a quien el recién estrenado Gobierno del PSOE expropió en 1983. Ruiz Mateos consideró desde entonces al ministro de Economía de la época, Miguel Boyer, y al gobernador del Banco de España como grandes enemigos.
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