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El martirio del pequeño Johnny

La historia de las torturas domésticas infligidas a un niño de 4 años de edad en Los Vosgos ha encogido el corazón de los franceses, pero hasta la clausura del juicio ayer no ha conseguido sacar de su ensimismamiento a los siete acusados, familiares de la víctima. A lo largo del proceso desarrollado en Épinal, mientras los testigos del fiscal desgranaban el calvario de Johnny, la madre, el padrastro, las tías y tíos del pequeño, han mantenido una actitud manifiestamente ausente, de aparente indiferencia. Las únicas lágrimas que la madre del niño, Sandra Grenglet, ha vertido en la sala se produjeron el pasado jueves, cuando Johnny, que pronto cumplirá siete años, cruzó brevemente su mirada con la de ella. La presencia del niño-víctima en el juicio de condena a su familia fue reclamada precisamente por el psiquiatra que le trata, Claude Terrier, quien considera que el niño necesitaba pasar por ese penoso trance para poder estructurar en el futuro su personalidad y superar algún día el trauma vivido. Su argumento está siendo discutido por otros especialistas, sobre todo a la vista de que Johnny sólo soportó la situación cinco minutos escasos. Cuando la acusación civil comenzó a relatar su versión de los hechos, el niño que permaneció abrazado a un oso de peluche murmuró unas palabras a la asistenta social que le acompañaba y ambos abandonaron la sala.Su madre, su padrastro, sus tías y sus tíos, practicaban con él la tortura conocida como "la bañera", le obligaban a dormir en el suelo o con los cerdos de la granja, le sometían a todo tipo de castigos y de palizas, tantas que algunos de los utensilios de cocina utilizados en esta práctica están deformados por los golpes propinados al pequeño. Los testimonios de algunos de los acusados no dulcifican precisamente el comportamiento de Sandra Grenglet, una mujer joven de 25 años que, por lo visto, fue violada sexualmente por su propio padre y que, según su abogado, ha vivido una vida de horror "digna de una novela de Zola". Lo ha dicho ante el tribunal un integrante de la familia: "Ella no soportaba la presencia de Johnny, quería matarlo".

En la disputa por no aparecer como la más cruel de los acusados, la propietaria de la granja y tía del pequeño Marie-France Coq, considerada por el fiscal como "la jefa de la tribu", ha asegurado al tribunal que la madre saltaba a veces sobre el pequeño. Según las declaraciones, la muerte de Johnny se convirtió en un deseo morboso compartido en mayor o menor grado por su familia. Su tía Muriel ha dicho que ver sufrir al niño, terminó "por divertir a todos". Johnny, que ya había sido entregado a una familia de acogida cuando tenía 8 meses y recuperado por su madre tras su posterior matrimonio, se orinaba en la cama, "tardaba en vestirse", "robaba dinero", han dicho los acusados, por toda explicación.

El pequeño fue rescatado del infierno por un fontanero que descubrió el calvario de Johnny mientras realizaba unos trabajos de reparación en la granja.

El tribunal de Épinal condenó ayer tarde a los acusados por "actos de tortura y barbarie". Las penas más graves, 15 años de cárcel, correspondieron a la madre de Johnny y su tía Marie-France Coq. Muriel Théveniaud y el padrastro, René Grenglet, recibieron penas de 12 y 8 años de prisión, respectivamente y otros dos tíos del niño, Rafael Théveniaud y Michel Coq, han sido castigados con cinco y dos años de cárcel. El abuelo, por no haber delatado a la familia, también recibió dos años de cárcel.

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