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Entrevista:

"Muchos pensaron que la movida madrileña sería eterna"

La movida madrileña estrena cronista. Se trata de Luis Antonio de Villena, hombre vivido y leído, escritor consagrado en evolución tan perpetua como la de la ciudad que fuera escenario de aquella eclosión de libertades privadas en los años ochenta. De Villena acaba de publicar Madrid ha muerto (Planeta), una novela con todos los condimentos que sazonaron de furia creativa e ímpetu civil, de pasión autodestructora también, aquella legendaria etapa. Al modo de su homónimo medieval el marqués brujo, Luis Antonio de Villena exhibe en esta novela su cisorio arte: desmenuza y examina las entrañas de aquella época y, con finos cortes sobre personajes reales y ficticios, extrae los mejores rasgos con los que compone un retablo de rostros y emociones henchido. Ordinarieces entonces al uso coexisten con momentos expresivos intensos, en un relato que conmoverá sobre todo a aquellos gozadores -hoy erosionados por la usura del tiempo-, que tan concernidamente rubricaron con sus gestos, tragos, tiros y sueños la tan vivida movida madrileña.Pregunta. Movida deriva de la británica movies (cine, película) ¿no? Respuesta. No. Creo más bien que se refiera a la gente que se mueve y se divierte.

P. ¿Cómo vivió usted y cómo fueron aquellos años 80?

R. Que conste que no me siento especialmente identificado con la movida. A mi juicio, aparte de celebridades como Almodóvar, Pérez Villalta y Mecano, por citar algunas, se trataba de un movimiento protagonizado por una mezcla de gentes anónimas, travestidos, profesores de estética, lumpen, modernos en general, según lo definiera certeramente Moncho Alpuente. Ese fue el cuerpo de la movida, gozador y anhelante de libertad. P. Cuando Enrique Tierno pronunció la frase ¡a colocarse y al loro! ¿cree que sabía realmente el alcance de sus palabras?

R. Pienso que entonces desconocía su significado (¡drogaos y estad atentos!). La frase pudo haberle sido sugerida por un colaborador. Pero Tierno debió de averiguar luego lo que significaba y no se retractó nunca de lo dicho. Fueron palabras intepretadas como un signo, entonces inverosímil, de tolerancia.

P. Algunas gentes de la movida parecían plantear que la libertad y la razón eran incompatibles. ¿Qué piensa de ello?

R. Desde la generación de la transición se observaba la movida como algo despolitizado y frívolo, incluso intrascendente, sin aportaciones artísticas o culturales. Creo, sin embargo, que no fue tan frívola.

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P. ¿Por qué?

R. Contó con gentes muy radicales, mayores, que procedían de la lucha contracultural y que supieron inyectarle dureza y autenticidad.

P. ¿Cómo murió la movida?

R. Algunos cayeron en la trampa de creer que aquella percepción lúdica de la vida, con sexo y drogas incluidos, era irreversible y sería eterna.

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