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Entrevista:

"Nosotros ya estábamos en Timor cuando empezó la crisis y los niños tuvieron que huir"

Gabriela Cañas

Hace quince años, la organización Aldeas Infantiles SOS apenas era conocida en España. Sólo contaba con 12.000 socios y su complejo proyecto de dar una madre a grupos de entre cinco y diez niños abandonados o huérfanos se entendía con dificultades. Hoy, Aldeas Infantiles tiene 80.000 socios españoles -seis millones en todo el mundo- y ocho aldeas -361 en total-, de las cuales dos han quedado inauguradas este fin de semana.Para ello ha pasado Helmut Kutin por España. Kutin es el presidente de la organización, pero también es el exponente más claro de cómo un niño de Aldeas Infantiles como él puede encarrilar su vida, integrarse y hasta triunfar en la socidad. Tiene 58 años y su primer contacto con la organización fue en 1953.

Pregunta. Cuénteme cómo fue su infancia en Aldeas Infantiles.

Respuesta. Llegué a la aldea de Imst, en el Tirol, cuando tenía 12 años y Herman Gmeiner [el fundador de Aldeas Infantiles] era el padre de la aldea. Mi hermana mayor había sido asesinada por un delincuente sexual y cuando la encontraron mi madre murió del disgusto y mi padre era demasiado mayor para hacerse cargo de mí. Me llevaron a Imst y allí Gmeiner dijo que era demasiado mayor para ser aceptado, pero ese mismo día me quedé. Yo venía de una ciudad del norte de Italia bombardeada por la guerra y llegaba a un mundo completamente verde, así que me sentí en casa desde el primer momento. Allí encontré a nueve hermanos, todos marcados por el mismo destino que el mío, el de la posguerra, con una madre muy buena que cumplirá el 1 de diciembre 85 años.

P. ¿Mantiene la relación con su familia SOS?

R. Sí, la normal, lo que ocurre es que estuve 20 años en Asia y eso me hizo perder más el contacto, pero lo mantengo con los hermanos de la primera generación, pues mi madre cuidó luego de más niños: 25 en total. Kutin salió adelante gracias a aquel apoyo y estudió magisterio, si bien terminó dedicado al sector turístico; hasta que un día de 1967 Gmeiner le llamó por teléfono a su oficina y le propuso montar una aldea infantil en el Vietnam de aquel entonces arrasado por la guerra. Una aldea infantil es lo más parecido a una pequeña urbanización de una decena de casas. En cada una de ellas vive una llamada "madre SOS" con unos seis o siete niños -nunca se separa a los hermanos-. Los niños -más de 200.000 en todo el mundo- están atendidos por un director de aldea y educadores, pero acuden a las escuelas del entorno procurando que su vida sea lo más parecida a la de los demás chavales. Helmut Kutin preside la organización desde que en 1986 desapareciera su padre Herman Gmeiner.

P. ¿Cómo ha ido cambiando el proyecto desde que se fundó hace 50 años?

R. El reto más grande ha sido la caída del telón de acero. Ahora trabajamos en 25 países del Este. La idea base, la madre de los niños, la casa y la aldea sigue en pie, tal como al principio. He tenido que adaptarme a nuevas situaciones, aceptar, por ejemplo, a madres casadas y reducir el volumen de las familias, pues la mujer de hoy no puede encargarse de diez hijos como antes.

P. El proyecto nació para acoger a los niños huérfanos de la II Guerra Mundial. ¿Son ahora los niños atendidos, con problemas de malos tratos y abandonos, más difíciles que los de antes?

R. Sí y no. Lo complicado es trabajar con los padres biológicos. Eso sí es más difícil, también para las madres SOS. El otro día me decía una en Austria: "Comparándome con la madre de verdad, yo siempre seré la número dos".

P. Parece increíble que ustedes consigan madres SOS. Serlo requiere una entrega total. ¿No es una especie en extinción?

R. De hecho, sabíamos desde el principio que era la gran dificultad y que por eso nuestro proyecto no podía crecer indiscriminadamente. Hay que tener fuerza, vocación y un sentimiento fuerte religioso o moral; no nos valen las que pretenden refugiarse aquí porque han sufrido otros fracasos. Pero, atención, tenemos madres SOS en todo el mundo.

P. En Europa se habla ya de hartazgo de solidaridad. Tantas ONG producen cierto rechazo; sobre todo si no se coordinan.

R. Nosotros colaboramos con todas las ONG, sobre todo en las zonas de crisis o guerras. Es verdad que cuando llegas a estas zonas a veces cada país y cada ONG actúa por su cuenta, pero hay que insistir en la coordinación. Nosotros no nos preocupamos porque nuestro logro salga en la CNN. Ya se nos conoce y se sabe que llegamos a los sitios para quedarnos. En Ruanda nos hemos quedado. Hace dos semanas estuve en Kosovo y supe que hace dos meses no había ninguna ONG en Pristina. Hoy hay 362 ONG. Así no se puede trabajar. Necesitamos cooperar mejor. Es fundamental. Nosotros tenemos 50 años de historia y vamos a seguir nuestra labor despacio; no podemos crear fundaciones cada día. Nosotros ya estábamos en Timor cuando empezó la crisis y los niños de Dili tuvieron que huir. Ahora están volviendo y muchos están llegando a nuestra aldea en la isla de Flores, muy cerca de Dili. Cada madre SOS de Timor tiene unos diez niños, pero van a acoger a otros cinco mientras se resuelven las cosas.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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