Somos 6.000 millones
LA POBLACIÓN mundial, que al empezar este siglo era de 1.500 millones de personas, se ha multiplicado por cuatro, y la ONU calcula que la cifra mágica de los 6.000 millones se alcanzará el próximo mes. Aunque la redondez del número y la precisión de la fecha revelan ciertos reflejos de escaparate, la ocasión es buena para reflexionar sobre las estrategias que la comunidad internacional debe abordar con urgencia para enfrentarse a un mundo superpoblado.El ritmo de crecimiento demográfico ha empezado a aminorar: del 2,4% al 1,3% anual en los últimos 30 años. En promedio, cada mujer está teniendo menos hijos que en ningún otro momento de la historia. Pero el número de mujeres en edad de procrear es el mayor habido nunca, y la población sigue creciendo a razón de 78 millones de personas por año. El problema reviste gravedad extrema en el sur y el oeste de Asia y en el África subsahariana, donde ya resulta muy difícil satisfacer las crecientes demandas de comida, agua y alojamiento, por no hablar de las necesidades sanitarias y educativas. La depauperización se extenderá aún más en las primeras décadas del siglo XXI si la natalidad no decrece.
El control de la población es una cuestión indisociable del desarrollo de los países del Tercer Mundo, y en particular de la igualdad femenina, de la educación de las mujeres jóvenes y de su acceso libre e informado a los métodos anticonceptivos. Los objetivos inmediatos, fijados por la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo en 1994, son la universalización de la educación primaria y la creación de servicios públicos de planificación familiar. Ningún esfuerzo es despreciable: un logro tan aparentemente modesto como retrasar de los 18 a los 23 años la edad del primer parto puede reducir en un tercio el aumento demográfico en las próximas décadas.
Pese a todo, las cifras que maneja el informe de la ONU sobre población mundial son difíciles de conciliar con la buena conciencia: 585.000 mujeres mueren cada año a causa del embarazo o el parto, 350 millones de mujeres carecen de acceso a métodos anticonceptivos eficaces y 70.000 de ellas mueren anualmente por abortos mal practicados. ¿Será ingenuo esperar que la jerarquía católica muestre al fin una brizna de lucidez?
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