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FÚTBOL Liga de Campeones

Figo puso la magia

El portugués abrió el marcador en una noche pletórica en la que Luis Enrique se redimió tras el castigo que le impuso Van Gaal

Àngels Piñol

Figo tardó sólo seis minutos en llevar al Camp Nou al cielo y Luis Enrique dos más en rubricar una noche fantástica. El Barça jugó ayer como los ángeles. Un partido, sobre todo la primera parte, para guardar en vídeo. No será fácil de olvidar. Una máquina imparable. Quizá marque la frontera, quizá sea un antes y un después en la vida de este equipo en Europa. Quizá ya le ha llegado la hora de cruzar el Rubicón. Suma hoy los mismos puntos (6) que casi en sus dos últimas ediciones en Europa (acabó con 4 hace dos años y con 8 hace uno). Los miedos eran infundados y el Fiorentina, que asustaba con su nómina de figuras como Batistuta, Mijatovic o Rui Costa, quedó reducido a la categoría de un grupo vulgar. Figo, un hombre tan necesario en este equipo como el agua, puso a los violetas en su sitio, dirigió la primera goleada y catapultó la imagen de su equipo en la competición.La noche acabó tan pletórica, tan generosa, que la gente se dedicó únicamente al final del partido a saludar con cariño a Guillermo Amor. Y eso que no había empezado muy feliz. El Camp Nou mostraba demasiadas sillas vacías y se antojaba algo artificial todo el decorado de la Liga de Campeones. Fue una falsa impresión: Barcelona estaba anoche ahogada, esta vez, en un inmenso atasco y el tráfico impidió a mucha gente llegar a tiempo. El público respondió al llamamiento del vestuario y no falló. Muchos debían estar fuera cuando el estadio tronó. Era Figo, el hombre que siempre aparece, que siempre da la cara, que siempre está los días más difíciles. A Adani, el lateral izquierdo, se lo rifó. Cogió el balón y dijo muy rápido que no servían relajaciones tipo Vitoria. El extremo se zafó de su compatriota y amigo Rui Costa -al final se intercambiaron las camisetas-, se escurrió entre Repka y Heinrich y colocó un chut ajustado en el hueco más imposible: el único resquicio posible que quedaba entre Toldo, un portero con fama de imbatible, y el poste.

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Fue el principio de un festival casi sin fin, sólo interrumpido por los goles de Batistuta y Chiesa. Figo siempre estuvo por ahí. Como ocurría con Cruyff, que le trajo del Sporting de Lisboa en 1995, con Robson o con Van Gaal. No habrá purgas ni rotaciones que valgan para el portugués. No hay recambio ni clónicos para él. Su fantasía, como dijo Trapattoni, el técnico del Fiorentina, es única. Abrió el partido en canal y Luis Enrique le imitó después, se redimió de su castigo y encarriló el encuentro y su vida en el Barça con un gol lleno de rabia. Todo en nueve minutos y el Camp Nou levitó. Figo lamió el segundo gol con un pase soberbio de Rivaldo y provocó que el público palpara en su bolsillo sus pañuelos cuando para superar al altísimo Toldo hizo una vaselina que escupió el larguero.

"La gente ha disfrutado. Hemos ganado y dado espectáculo. Me han impuesto en la Liga un castigo demasiado duro y tengo que aprovechar en Europa", diría después. Quizá también hay algo más. Figo lleva media carrera en este club y sólo ha ganado en Europa la Recopa de Robson y la Supercopa de Europa de Van Gaal. Mordió el polvo con Cruyff en las semifinales de la UEFA con el Bayern y los dos últimos fracasos europeos. Pero no sólo fue ayer. Siempre está por ahí. Fue Figo quien en Estocolmo, en los últimos cinco minutos finales, colocó el balón en las cabezas de Abelardo y de Dani. Y quién ayer acabó con los nervios tras el el gol de Batistuta. El portugués aprovechó un fallo, pisó el área, dejó que le hicieran el bocadillo y forzó el penalti. Figo se bastó para que Mijatovic pasara desapercibido, para que Batistuta no impusiera su ley y para que Trapattoni recurriera inútilmente a su famoso tridente. Y dio un golpe en la mesa, un golpe de efecto para demostrar, por primera vez en mucho tiempo, que este equipo tiene algo que decir en esta competición.

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