Desfile de inválidos
Comenzó la feria matea con un desfile de toros de hermosa lámina, incluso de aparente cuerna astifina. Simulaban querer comerse el mundo durante los tres primeros minutos de su lidia. Y exactamente tras esos tres minutos, o acaso dos de correrías desafiantes, trasmutaban como por ciencia infusa en débiles animalillos de acongojado tranco, que perdían el resuello e incluso el alma antes de vérselas con los tipos que lucen castoreño y que esta vez se limitaron a simular la suerte de varas, aunque para ello emplearan en más de una ocasión las argucias acostumbradas por este singular estamento.Tres minutos o acaso dos, y aquellas catedrales se volvían inmensas masas negras de sórdida invalidez. Salían demostrando sus hondos corpachones, sus morrillos prominentes y sus poderosos pechos. Salían como alma que lleva el rayo, y después la nada tauromáquica, el agujero negro estelar y la lidia nihilista y crepuscular de este fin de milenio. Algunos lo llaman el toreo virtual; otros, sencillamente, un fraude.
Zalduendo / Mora, Caballero, Tomás
Toros de Zalduendo, bien presentados, mansos e inválidos. Los tres primeros, enfermizos. El 1º, sobrero, de la misma ganadería; el 4º, boyante; el 6º, de cuerna impresentable. Juan Mora: bajonazo (silencio); pinchazo, media estocada y descabello (ovación).Manuel Caballero: estocada caída (silencio); estocada atravesada (silencio). José Tomás: dos pinchazos y estocada baja (silencio); pinchazo y estocada corta (leves pitos). Plaza de toros de Logroño, 21 de septiembre. 1ª corrida de feria. Algo más de tres cuartos de entrada.
Juan Mora salió decidido en el cuarto, un ejemplar grande y noble que demostró boyantía y clase en la muleta. Lo vio pronto y empezó por bajo en una apertura de faena bella y emotiva. Aquel toro, enorme como una catedral, humillaba y se desplazaba con celo y fijeza. Mora se echó la muleta a la izquierda y lo citó dando sitio al morlaco. Tres naturales tuvieron sabor porque la muñeca desplazó el viaje hasta atrás y consiguió ligarlos con belleza y emotividad. A veces, Mora se colocaba y el toro iba; otras, lo sorprendía mientras preparaba la muleta y recurría al encimismo. Fue una faena de altibajos en la que destacó el sabor que el torero extremeño imprime con sus pintureras maneras. A su primero, un inválido integral, no lo quiso ni ver y se encargó pronto de pasaportarlo al más allá.
Y el que muchos alaban como el diestro del más allá trajo a Logroño su versión humana y terrenal. Tomás sólo lució en uno de sus característicos quites por gaoneras. Las tres fueron de infarto y las tres atropelladas pusieron el alma en vilo. Con la muleta se perdió en probaturas y en faenas largas, a media altura y de muy escaso contenido.
Caballero se dejó tropezar la muleta en exceso y no se puso ni una sola vez en el sitio en el que suelen embestir los toros, aunque los de los corpachones de ayer lo de embestir les debía de sonar a chino.
Babelia
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