Las universidades andaluzas tienen registradas ya 93 patentes, fruto de su investigación Los científicos venden sus inventos a empresas para financiar sus proyectos en los laboratorios
La luz de los laboratorios universitarios está encendida casi permanentemente. A altas horas de la noche, los sábados, los domingos. La labor investigadora de la universidad existe aunque no sea fácil explicar el trabajo que desarrollan estos científicos porque sus experimentos y sus creaciones son casi incomprensibles para el ciudadano de a pie, que sólo los percibe con claridad cuando se convierten en aplicaciones prácticas en distintos campos. Pero investigan e inventan y de una forma cada vez más conectada con la realidad empresarial e industrial. De no ser así, se estaría perdiendo una de las fuentes de financiación de las que se nutre la universidad. Investigar, inventar y vender. "Antes en la universidad se investigaba sobre el sexo de los ángeles. Ahora, esta tarea se encauza para que los resultados generen recursos económicos", explica Beatriz Real, responsable de Gestión de la Propiedad Industrial de la Universidad de Sevilla. Pero para que ese proceso no se quiebre antes del resultado final hay que ir patentando los inventos. Los datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas, (OEPM) actualizados el pasado junio, señalan que en este momento hay 620 patentes concedidas a las universidades españolas. De ellas, 93 pertenecen a Andalucía: 33 en Granada; 24 de Sevilla, 10 de Málaga, 11 en Córdoba, 13 en Cádiz; 2 en Almería; Huelva y Jaén, universidades muy jóvenes, aún no tienen ninguna patente concedida. Eso no quiere decir que no estén investigando. Porque aun teniendo patentes solicitadas, el proceso es largo y tedioso, "a veces tardan dos años o más" en decidir el resultado, explica Real. Un trámite pesado porque la oficina nacional debe comprobar que el invento que se le presenta es en verdad novedoso y que nadie lo ha registrado antes en ningún lugar del mundo. Con todo, lo más difícil no es conseguir una patente -"se solicitan cinco o seis al año"- sino venderla a las empresas que puedan estar interesadas en ella. Cuando la OEPM da el visto bueno concede al inventor 20 años de explotación exclusiva de su producto o principio teórico. Entonces, el investigador busca una licencia, o sea, alquilar o vender su invento a una empresa. O a muchas a la vez, siempre que el contrato especifique el uso para el que se ha prestado el invento a la empresa y la libertad para contratar con otras aplicaciones distintas. En 1989 la Universidad de Sevilla creó la OTRI, la Oficina para la Transferencia de Resultados de la Investigación. Beatriz Real trabaja ahí, desde donde actúan como intermediarios ante la oficina nacional para patentar los inventos de la Hispalense cuando se observa que éstos pueden tener una salida comercial. Si un departamento o grupo de investigación consigue los derechos de su invento y logra venderlos a una empresa, el beneficio que obtiene les repercute directamente y se reparte así: 50% para los investigadores, 25% para la caja general de la universidad y 25% para el departamento investigador. De este modo se aseguran un recurso económico para seguir el trabajo de laboratorio. Los científicos no esperan a tener un resultado final sino que van patentando poco a poco las distintas partes de lo investigado para asegurarse que nadie pueda colarse en el proceso y conseguir un resultado final a partir de lo ya avanzado por otros. La labor de Beatriz Real es dar forma a esos contenidos, "contar lo mínimo posible a la OEPM, pero que quede claro, y guardar los secretos últimos". Pero a pesar de que el objetivo es que universidad y empresa estén conectadas entre sí, los beneficios que persiguen ambas suelen chocar. "Mientras a un profesor le interesa inventar y publicar, hay algunas empresas que prefieren trabajar en secreto, que no se conozca el invento". Estos proyectos se canalizan a través del I+D, sin que haya patentes de por medio. El departamento que más inventa en la Universidad de Sevilla es el de Mecánica de fluidos. Tienen 18 patentes solicitadas, siete de ellas concedidas. Su invento, un atomizador de líquidos ha sido muy bien acogido por las empresas que cada día le descubren múltiples aplicaciones. En el campo de la medicina para terapias de inhalación; para limpieza de aguas; para empresas de alimentación; para papel reciclable formado por micropartículas. Mecánica de fluidos Lo que han conseguido es crear micropartículas de 30 micras, todas iguales. El investigador Alfonso Gañán está emocionado. Esta semana viaja a Chicago para entrevistarse con otra empresa, Flow Focusing, "que son intermediarios". Se dedican a captar a firmas interesadas y la Universidad obtendría el 50% de los beneficios que se generen. Para empezar, por la venta de la patente ya han conseguido "65.000 dólares". Gañán quiere que, una vez afianzados en el éxito, Andalucía agarre el toro por los cuernos y cree un instituto especial de Mecánica de fluidos desde el que seguir avanzando: "Ése es mi sueño, que la comunidad sea puntera en esta área. Pero necesitamos inversión tanto pública como privada".
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