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"Sentí unos volantazos y abrí los ojos en un gran charco de barro"

Los supervivientes del accidente de autobus de La Muela recuerda la tragedia en la que murieron 28 personas

Carmen Bujalarce tiene 71 años y las costillas rotas desde que el domingo sufrió junto a otras 52 personas, en su mayoría jubilados, el peor accidente de autobús de los últimos tres años: 28 muertos, cuatro heridos en estado crítico, seis muy graves. Ella y otras 14 personas se reponen en centros sanitarios de Zaragoza, a unos 20 kilómetros del lugar del siniestro, ocurrido poco antes de la una de la tarde del domingo en la N-II a la altura del municipio de La Muela y que frustró su viaje de tres días a la Costa Brava. "Yo sólo me di cuenta de que el autobús daba bandazos. Luego me encontré en una enorme charca llena de agua y barro. Era un terraplén y me sacaron de allí chorreando".Carmen sonríe a su compañera de habitación en el hospital Miguel Servet, Nicolasa Julián, de 70 años: "Por lo menos lo podemos contar". "Íbamos viendo una película y no vimos nada. Yo escuché ¡cuidado, cuidado! Pero el coche se fue para allá, para acá, golpes, caídas por ese barranco... cuando volví en mí estaba sentada en la hierba. Debí de salir despedida porque si no, me quedo debajo. Viajábamos cinco amigas y no sé nada de tres de ellas", relata Nicolasa, que iba junto a Carmen en la tercera fila de asientos tras el conductor, Bernardino Correa, de 60 años y también propietario de la empresa del autocar, Fresba Bus.

"No se queja de sus heridas. Le duele mucho más el alma que el cuerpo", relataba tras visitar al chófer Manuel Cobo, consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, de donde salió el autobús siniestrado. Sobre las causas de la tragedia (que deberán aclarar la investigación iniciada por el juzgado de La Almunia de Doña Godina) las autoridades insisten en apuntar a la intensa lluvia y a un posible exceso de velocidad en un tramo de calzada, una pronunciada bajada en recta de unos 300 metros, que el delegado del Gobierno en Aragón, Luis Rosel, no considera conflictivo. Sin embargo, el Ayuntamiento de La Muela considera que se debe aumentar la señalización para recomendar una reducción de la velocidad.

Pero junto a una eventual imprudencia y el juego en contra de la meteorología, la fatalidad aumentó la tragedia "Fue una pésima suerte. Si no llega a estar la zanja, tal vez hubiesen habido menos muertos", dice un oficial de bomberos, "el autobús cayó, se quedó empotrado en ese hueco y en algunos casos podemos pensar que alguno de los fallecidos murió ahogado en el barro".

Cuando se levantó el autobús, cuatro horas después del accidente, veinte cadáveres aparecieron bajo el amasijo de hierros y chatarra completamente cubiertos de lodo. Ayer por la mañana se logró levantar el esqueleto del vehículo con otra grúa que se trasladó desde Zaragoza. Más de la mitad de los viajeros del autocar están muertos (entre ellos un matrimonio y una hermana que celebraban que les había tocado la lotería) y algunos todavía no se sabe si podrán superar el accidente. Los médicos reconocen que su avanzada edad, la mayoría supera los 60 años, dificulta la recuperación de los más graves.

Cuatro están ingresados en el hospital Miguel Servet; cinco en el Clínico y otro más en la Clínica Montpellier. Sólo uno de los otros 15 heridos, una mujer, estaba en disposición de recibir el alta en las próximas horas. El resto evoluciona favorablemente.

Y mientras los heridos intentaban despertar de la pesadilla, la mañana vaciaba de llanto el cementerio de Zaragoza y los familiares de las víctimas regresaban con sus muertos a casa: 20 a Madrid (donde se han decretado dos días de luto oficial) dos a Salamanca, una a Vigo y otro a Cáceres. Sólo cuatro cadáveres permanecían en Zaragoza, de los cuales dos, un matrimonio, serán incinerados en la capital aragonesa por deseo expreso de sus familiares. Así que al funeral celebrado anoche en la basílica del Pilar casi no asistieron parientes de los fallecidos. Sí acudieron el ministro de Sanidad, José Manuel Romay Beccaría, y el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, además de representantes del Gobierno de Aragón y del Ayuntamiento.

Las autoridades aragonesas se propusieron desde el primer momento acelerar todos los trámites para ayudar a los afectados. La comunidad está curtida en dramas -el incendio en el hotel Corona de Aragón, el de la discoteca Flying, la tragedia de Biescas- y esa experiencia vale para saber que hay que acelerar los papeles para evitar tensiones y esperas a la hora de identificar a los muertos. Por eso la alcaldesa de Zaragoza, Luisa Fernanda Rudi, que ha recibido hasta la felicitación de los grupos de la oposición municipal, ofreció el tanatorio para que allí se improvisase un juzgado de urgencia en el que se realizasen todas las gestiones de reconocimiento.

Además equipos de psicólogos especialistas en el tratamiento de este tipo de accidentes, (muchos de ellos habían ayudado en la tragedia de Biescas en la que hace tres años fallecieron 87 personas en una riada que arrasó un camping de Huesca) acompañaron hasta ultima hora a las familias. Alguno de los familiares tuvo entereza y fuerza para agradecer la la ayuda. "Nos han acompañado en todo momento, nos han llevado al hotel, nos han facilitado los taxis. A pesar de la tragedia es de agradecer este esfuerzo", decía uno de ellos.

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