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El fondo de las palabras

Antonio Elorza

A todo el proceso iniciado en Estella hace un año cabría aplicarle un dicho popular vasco: "Itzak ederrago inak baino". Las palabras son más hermosas que los hechos. El lenguaje utilizado tanto por los protagonistas como por sus medios de comunicación nada tiene que ver en apariencia con el pasado inmediato de horror que algunos de ellos provocaron. Así, en la conmemoración de aniversario lo que ofrecen tiene el aire de una homilía cordial donde se sientan las bases de un porvenir venturoso, del que los partidos estatales y los medios "saboteadores" se autoexcluyen incomprensiblemente. Hasta la foto de familia de los reunidos en Durango el domingo pasado podría ser la de los antiguos alumnos que se reúnen para la festividad anual de la institución religiosa donde se educaron. Las amplias sonrisas de Egibar y Otegi son las de los primeros de la clase de dos generaciones sucesivas que todavía recuerdan los premios recibidos, mientras Antton Karrera, un histórico de ETA hoy en IU, cruza las manos con gesto de recogimiento, aún conmovido por la ceremonia que acaba de celebrarse. La prensa nacionalista insiste en esa presentación de tintes amables, que culmina en la descripción de Lizarra y EH por el lehendakari.Únicamente la agria descalificación de esos "saboteadores" que no comparten los planteamientos del pacto nos devuelve a la realidad: el mensaje de Lizarra habla de concordia y democracia, pero su fondo supone la aceptación por los firmantes de la estrategia dualista, de confrontación, propia de ETA. La única concesión efectiva al pacifismo consiste en el propósito confesado de "lograr que desaparezcan las manifestaciones de violencia ligadas al conflicto", pero, por supuesto, sólo se señala con el dedo a los estatalistas "irresponsables" que desoyen el llamamiento al "diálogo". De proponer a ETA el abandono definitivo del terror, nada.

Otra cosa no ofrece el manifiesto del aniversario. Algo lógico si pensamos en el contenido real de las propuestas del pacto suscrito en 1998. Para un lector ingenuo, nada más positivo que las invocaciones de la paz y el diálogo, sustentadas por un trípode de exigencias "democráticas": que los vascos no estén separados por fronteras administrativas ni políticas ("territorialidad"), que en ese espacio unificado decidan su futuro ("marco de decisión") alcanzando "la soberanía". Y eso, dicen los de Lizarra, lo quiere "la mayoría social". La única petición es que "los Estados implicados", resume el manifiesto, "respeten la palabra de los vascos". A falta de otras ocurrencias, piensan contárselo a Aznar y Jospin para que lo entiendan. Claro que, a pesar del reclamo de la "democracia", va a ser difícil que ambos presidentes acepten que sea preciso abrir un proceso de unificación e independencia vascas en el marco del zazpiak bat, cuando el voto nacionalista vascofrancés, por no hablar del independentismo, es casi nulo, y el navarro y el alavés, muy minoritarios. Como lo es el deseo de los navarros a fundirse con la CAV. Cabe a partir de aquí formular las objeciones. ¿Qué tiene de democrático un irredentismo delirante como el de Lizarra? ¿En nombre de qué democracia puede hablarse de derecho a ejercer la autodeterminación, léase a plantear una secesión abierta o larvada, cuando en el "marco de decisión" definido por los de Lizarra su opción "soberanista" es abrumadoramente minoritaria? ¿Se les va a organizar entonces un referéndum para que vayan ganando adeptos, se repetirá cada pocos años a lo Quebec hasta que ganen o se les dejará manejar el proceso para que obtengan el fin deseado mediante los usos de la "democracia vasca"?

Sin duda, EH-HB y, claro, ETA buscan este último camino, cuya expresión es esa mezcla de municipalismo de antiguo régimen y representatividad de corte bolchevique que encarna la Asamblea de Electos (ya que, por desgracia, faltan los principales alcaldes). En ella habría de residir el poder constituyente, tal y como ha mostrado Chávez en Venezuela, arrumbando las instituciones democráticas hoy vigentes. Pero esto es bien una farsa sin contenido, bien la destrucción de la democracia. Otra cosa no puede salir como alternativa de Lizarra según sus planteamientos actuales. Entretanto, la paz sigue.

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