Hijas del viento y las mareas
El viento, el mar y la mano del hombre han edificado dos porciones de desierto en plena costa suratlántica gaditana. Entre Punta Camarinal y Punta de la Peña, las dunas de Bolonia y Valdevaqueros rompen la planicie del océano. Las concentraciones gigantes de arena -hay cotas de hasta 30 metros de altura- son dos de los hitos ecológicos propuestos en Cádiz como Monumento Natural, una figura protectora aún por definir. Las dunas son hijas naturales del viento y las mareas. La arena depositada en tierra por la deriva litoral se sedimenta y se seca hasta incorporarse a la masa del suelo firme. El viento predominante -levante y poniente- acumula sustratos arenosos y los arrastra hacia el interior originando la duna. Ahí se detecta la actuación humana: la instalación de empalizadas de cañizo para preservar al pinar contiguo del avance de la arena condiciona su configuración. Sin barreras de cañizo y retama a la falda del pinar, la duna tendría otra forma, más tendida, con menos altura, acosando a los pinos piñoneros que tiñen de verde el horizonte. Es lo que el biólogo José María Fernández Palacios, coautor de las Guías Naturalistas de Cádiz, define como "una morfología artificial no exenta de interés ecológico". Las sabinas y enebros marítimos -especie protegida-; las gaviotas, los vencejos y las grajillas constituyen lo más representativo de la flora y la fauna del lugar. El acceso a las montañas de arena -prolongaciones de las ensenadas de Valdevaqueros y Bolonia- es fácil. El vehículo se aparca en lugares señalizados junto a las playas. En 15 minutos se alcanza la falda dunar y en otros 10 minutos se llega a la cima. Las sierras de San Bartolomé y de la Plata protegen la zona y albergan dos colonias de buitres leonados. El ascenso puede ser fatigoso, ya que la arena, suelta, cede con facilidad ante el peso humano, pero el paisaje que se observa desde arriba reconforta y la ascensión es el único método que permite aquilatar con exactitud la extensa geografía dunar. En la de Bolonia, fronteriza con el frondoso pinar, existe una pendiente con fuerte inclinación. Hay quien se lanza rodando. En ese caso, hay que tener cuidado con las raíces de los árboles que aguardan al final. Con todo, peor es la subida. Si las dunas consiguen la declaración monumental, es posible que se prohiba el acceso incontrolado a las mismas. La Demarcación de Costas, dependiente del Ministerio de Fomento, ha elaborado un proyecto de restauración de la duna de Bolonia, que va a ser sometida una limpieza profunda. Este organismo pretende organizar unos accesos menos caóticos, ya que, ahora, no existe limitación alguna. Incluso se detectan acampadas ilegales. Si estas dunas litorales móviles ya constituyen de por sí un referente paisajístico de primer orden, incardinadas entre los acantilados atlánticos, y emergen como un mirador privilegiado para observar las migraciones de aves que cruzan el estrecho, el entorno cultural termina por definir el valor del paisaje. A los pies de la duna de Bolonia se localiza la ciudad romana de Baelo Claudia, unos hallazgos arqueológicos, que rememoran la exportación al mundo romano del célebre garum, una pasta de atún crudo que se pescaba en esta agua y se maceraba en pilas de piedra. En las ruinas, que disponen de servicio de guía, se conserva el foro, el teatro, las termas y el barrio industrial. Valdevaqueros es una de las mecas del windsurf y del surf. Miles de turistas dibujan filigranas con sus velas, impelidos por el constante viento de levante. La excursión a las dunas ofrece, además, la oportunidad de contemplar con nitidez cabo Espartel, en el norte de Marruecos. No se necesitan anteojos, sólo que el día esté despejado. Datos de interés Se accede a Bolonia por la N-340, conectando con la CA-P-2216. A Valdevaqueros se llega también desde la N-340, enlazando con algunos caminos desde la Ensenada. Más información: 956 27 48 04.
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