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El misterio del águila muerta

Los expertos inician una investigación sobre el supuesto envenenamiento de una rapaz

Un gran misterio se cierne sobre la muerte de una joven águila imperial cuyo cadáver apareció el pasado mes de agosto en una finca al suroeste de Madrid. Desde entonces, los expertos intentan descifrar el enigma, aunque las pruebas son escasas y las circunstancias adversas. "Es un caso muy singular y no tenemos mucho", confiesa Federico Sepúlveda, investigador de la Consejería de Medio Ambiente.

El suceso no sería tan grave si no se tratase de un ejemplar imperial en peligro de extinción. Ésta es una especie protegida de la que sólo quedan en España 130 parejas; de ellas, una veintena en el territorio de la Comunidad de Madrid.

Los investigadores intentan desde hace un mes reconstruir su vuelo, aunque sin éxito. Es una tarea tan titánica como imposible. No hay por dónde empezar porque, cuando murió, el águila no llevaba ningún emisor para seguir su huella. "Pudo haber venido de otra comunidad", sentencia Ernesto Álvarez, del Grupo de Recuperación de la Fauna Autóctona, Grefa.

Esta ONG recibió en su hospital de fauna silvestre el cuerpo ya sin vida del animal. No tenía rastros de haber sido disparado, por lo cual la primera hipótesis que surgió fue la del envenenamiento. Confirmar esa sospecha no será nada fácil. Cuando fue encontrado, el animal llevaba varios días muerto y ya se encontraba en estado de descomposición, lo que puede impedir que se descubran rastros de veneno. "Con el paso de los días, hay sustancias que se volatilizan", explica Álvarez.

Las muestras del estómago y las vísceras del animal fueron remitidas al Instituto de Toxicología de la Carlos III. De momento no se conocen los resultados, aunque cuando lleguen tampoco serán completamente fiables, lo que puede dejar el caso entre tinieblas.

La otra hipótesis que maneja la Consejería de Medio Ambiente es que el águila pudo haber fallecido por causas naturales. Paradójicamente, su juventud pudo haber jugado en su contra: "Los jóvenes dispersos son los que arriesgan más, son los que tienen más peligro", aclara Sepúlveda. En los 18 años que lleva en Grefa, Ernesto Álvarez recuerda pocos casos de muerte de águilas imperiales por envenenamiento. "Me duele que ocurra porque es una especie que está desapareciendo", dice Álvarez.

Ahora, el objetivo de los investigadores es descubrir si hay cotos de caza o fincas en los que se utilicen cebos venenosos e ilegales para matar cuervos, urracas y zorros. Pero no hay indicios, tan sólo la leve sospecha del envenenamiento del águila.

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