De colista a líder en un santiamén

Al final, en el último segundo, flirteando con el desastre. El Barça se salvó ayer del drama en Suecia y en cinco minutos logró darle la vuelta a la tragedia. El AIK se había adelantado en el último tramo y el Barça parecía condenado a repetir su desastroso inicio europeo de las dos últimas dos temporadas. Pero la fortuna, que le fue esquiva durante todo el partido, se alineó al final con los azulgrana. Era demasiado empezar otra vez hipotecando el futuro en la Liga de Campeones. Al equipo no le faltó coraje. Figo engendró los dos goles a balón parado y los puso en la cabeza de dos suplentes: Abelardo y Dani, que acababa de sustituir a Kluivert. El Rasunda Stadium enmudeció. Pasaba ya del minuto 90.Del desastre ante el equipo más flojo a la victoria más agónica. El resultado servirá para dar alas y moral al Barça. Empieza, de momento, mandando. El empate entre el Fioretina y el Arsenal le beneficia. Pasó en cinco minutos de iniciarla como último de grupo a ser el primero. Van Gaal sumó ayer su cuarta victoria en la Liga de Campeones con el equipo que más quería: con Lítmanen en lugar de Gabri y, por extensión, de Luis Enrique, y con su reivindicado Ronald de Boer por Reiziger. Pero, al final, fueron Abelardo y Dani, dos reservas, quienes marcaron y solventaron la esterilidad de las figuras, decisivas en el arranque de la Liga. Siempre podrá decir Van Gaal que suyos fueron los cambios, aunque nunca se lo agradecerá bastante. Ni tampoco al colegiado, que dio por válido el gol de empate pese a las protestas de los suecos, que estaban enredados en un cambio, intentando perder tiempo.

La historia empezó como casi siempre. El Barça ejerció una gran presión y buscó algún hueco entre la doble muralla que alzó el escocés Stuart Baxter. Ahora por la derecha, ahora por la izquierda, ahora por el centro. Todo ya muy visto, aunque a una velocidad más lenta. Pierden los azulgrana sin Guardiola un punto de ritmo, de chispa. Y tampoco se tenían noticias de Rivaldo. El Barça no conseguía abrir el partido por delante y encima lo dejó desnudo por atrás. Van Gaal está enamorado de Bogarde y no dudó ayer en que formara pareja con Frank de Boer. El resultado fue fatal. El AIK es un conjunto modesto, pero no cojo. Novakovic se plantó primero solo ante Hesp y falló. Bogarde luego se ganó una amarilla con una falta y rozó después el penalti y la expulsión con otra entrada. Debió de verlo muy negro Van Gaal para que se tragara su orgullo. No había pasado ni media de hora de partido y optó por un cambio de urgencia. Abelardo reemplazó a Bogarde. Y el equipo recuperó la seguridad.

El AIK se desvaneció. El Barça empezó a hilvanar jugadas con mayor peligro, nacidas de las botas de Kluivert, Sergi, Figo. Rivaldo parecía agotado. El brasileño, aprovechando un parón del juego tras un fuerte golpe que sufrió Sergi, corrió hacia el banquillo para cambiar de posición. Los gestos fueron reveladores: quiso dejar la banda, pero Van Gaal no le dejó. El holandés estaba convencido de que llegaría el gol. Casi toda la segunda mitad fue un monólogo de Barça. Los suecos se encerraron atrás. Las ocasiones fueron infinitas: un disparo de Rivaldo que Litmanen no acertó a rematar, dos remates de Kluivert y un chut del propio brasileño que la madera repelió.

El Barça estaba volcado en el ataque y no padecía entonces el menor problema defensivo. El gol estaba al caer y entonces reapareció Novakovic. El yugoslavo obligó primero a intervenir a Hesp y luego, con un toque a la brasileña, picó la pelota, que, en una vaselina perfecta, se coló en la red. El delantero celebró enloquecido su tanto casi dando la vuelta al campo. El Barça estaba KO.

Quedaban 15 minutos. Y una derrota suponía hipotecar media Liga de Campeones. Van Gaal reemplazó a Kluivert por Dani -el holandés, enfadado, se fue a la ducha y no vio el final del partido- y a Gabri por Xavi. El Barça atacó a la desesperada y encontró el premio. Figo lanzó un córner y Abelardo cabeceó a la red. El AIK montó en cólera al asegurar que el cuarto árbitro les había dado el permiso para que Novakovic, el héroe de la noche, fuera sustituido por Mattiasson. La protesta fue en vano. El árbitro dio por válido el gol y Baxter acabó expulsado. Sólo quedaba la prolongación. Y llegó el milagro. Dani provocó una falta al borde del área, Figo la sacó y el propio delantero catalán la empujó a la red. Los gritos de júbilo se oyeron en un estadio que se quedó seco. Y el Barça, in extremis, casi sin creérselo, se salvó.