Barcelona, en peligro MANUEL RIBAS I PIERA
I. Con este título me refiero al urbanismo reciente de Barcelona y a la mentalidad que está apareciendo como dominante, que no quiere decir mayoritaria, pero sí dotada de dominio. La magnífica labor de los años ochenta transformó Barcelona en una ciudad calificada por nuestros visitantes como muy agradable y muy amable, en una ciudad moderna y europea sin perder los atractivos tradicionales que la adornan: entorno, escala y la amabilidad de sus espacios. Creo firmemente que ahora está en peligro grave de perderlos: este artículo es mi grito de alarma. La labor política y urbana de los años ochenta fue la de ir colocando mejoras puntuales, todas de alta calidad arquitectónica, con tan buen acierto que el conjunto se hizo más atractivo y todavía más amable después de ponerse al día. Se trataba entonces de discernir y colocar nuevas piezas que llenaban vacíos, tales como los nuevos equipamientos a escala de ciudad (Anillo Olímpico, Vall d"Hebron, Teatre Nacional, Auditorio y Liceo), con un nuevo y abundante sistema de espacios libres, duros o blandos: ramblas, parques y plazas. Fue una labor para afinar la ciudad que ya teníamos, a partir del patrimonio que siempre tuvimos: entorno geográfico (Collserola y los dos ríos), la historia de los orígenes en el casco antiguo, el enfoque señorial del ensanche de Cerdà, la calidad menestral visible en el casco y en los pueblos agregados, y sobre todo, el mar redescubierto. Con tal y tan buen material de partida, no hicieron falta grandes obras, sino mantener siempre clara la estructura formada por las cuatro áreas ex olímpicas (acertado pretexto) y sus enlaces en forma de cuadrilátero, como tantas veces ha explicado Oriol Bohigas al referirse a aquellos años. Una generación de nuevos y excelentes arquitectos e ingenieros recién nacidos a la obra pública aplicaron, respectivamente, su sensibilidad y su saber sobre la vieja trama, que se convirtió desde entonces en la ciudad de los milagros que tantos extranjeros envidian y que tan exaltadamente ensalzan. Yo he creído siempre que la ciudad es una cosa delicada y frágil, y como tal hasta cierto punto imprevisible. Barcelona en aquellos años recibió un tratamiento también delicado y proporcionado a su fragilidad; hasta tal punto que las únicas grandes obras que se hicieron -y que recibieron la más unánime aprobación de los barceloneses- en primer lugar, las nuevas rondas, de Dalt y Litoral, fueron también fruto de una labor delicada y esforzada para compaginar el futuro torrente circulatorio, libre, capaz y sin obstáculos, con lo que serían sus riberas (en sentido figurado), es decir, las calzadas laterales aptas para generar nuevos frentes de ciudad, para que los barrios limítrofes fueran compatibles con el tránsito de más de 12.000 vehículos/hora. Sin molestias, sin fricciones y aun con efectos marginales positivos. En segundo lugar, la atrevida apuesta por el Poblenou para situar en él la nueva Vila Olímpica y todo lo que por catálisis ha producido después; tanto que torció la estructura que desesperadamente la ciudad había tomado después de 1714, y así fue posible nada menos que recuperar el mar. II. Ahora parece que todo se ha olvidado. Una amenazante procesión de fantasmas recorre cada día la mente de los que pensamos ilusionadamente en proseguir aquel camino de finezas y aciertos. Hemos pasado bruscamente al the biggest in the world, cuando no es el biggest sino el finest lo que más debería preocuparnos. Son fantasmas que comenzaron hace ya algunos años, como las actuaciones masivas (derivado de masa y de masas) del Maremàgnum, del World Trade Center, de la ruptura de aquella plaza de España de Rubió i Tudurí, comedida y culta, y de los rascacielos de la calle de Tarragona que sueñan en ser la Park Avenue de Nueva York sin saber que a la ciudad de la Rambla y del paseo de Gràcia esa imagen es la que menos le conviene. La procesión de amenazas dio un gran salto adelante con el escandaloso episodio del RCD Espanyol, que como estaba previsto abrió las puertas, hoy difíciles de cerrar, al Barça 2000 y a Diagonal Mar y a lo que puede venir y apunta ya en el horizonte.
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