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La paga sabe a poco

Son viejos, pero viéndoles recorrer el salón Firagran parecen niños golosos, y sin un duro en el bolsillo, agolpados frente al escaparate de una pastelería. Un grupo de ancianos del Centre de Dia Mil.lenari de Barcelona, los que pueden alardear de que no les fallan las piernas, se apuntaron el pasado jueves a la salida que organizan semanalmente los responsables del centro. El lugar de visita, en esta ocasión, no podía ser otro que el Moll de la Fusta, donde acababa de inaugurarse Firagran, un inmenso escaparate que, además de estar plagado de paneles y mostradores en los que se informa de los logros del Departamento de Bienestar Social en materia de vejez, se muestra un sinfín de ofertas para hacer de la tercera edad una segunda juventud. Las colas más largas se formaron en las casillas donde informaban acerca de viajes organizados o sobre aparatos de última generación para la sordera, camas adaptables y un amplio abanico de artilugios para mitigar los desgastes físicos que irremediablemente acarrea la vejez. Unos aparatos de los que jamás podrán disfrutar Ángeles Romero, Emilio Riu y Julia Freige, como la mayoría de ancianos que diariamente acuden al Centre Mil-lenari. Tema de tertulia Durante la juventud no han tenido la oportunidad de saber qué es el ocio y ahora que disponen de todo el tiempo del mundo tienen asumido que la diversión y el confort no son patrimonio de aquellos cuyas pensiones oscilan entre 24.935 y 37.960 pesetas. "¿Ocio? ¿Y para qué nos enseñan todo esto si no lo podremos disfrutar nunca?", se queja Julia Freige, una asturiana de 78 años, que llegó a los 14 a Barcelona y que nunca pudo trabajar porque dedicó su juventud a cuidar de seis hermanos más pequeños. Cuando crecieron, Julia no tenía ningún oficio y pasó como pudo con pequeños trabajos que no le permitieron asegurarse una pensión digna. Los únicos ingresos de Julia son las 24.935 pesetas de la pensión asistencial que percibe de la Generalitat. "¿A dónde voy con esto? Si no fuera por mi hermana, que cobra unas 65.000 pesetas porque pudo cotizar a la Seguridad Social, ahora me encontraría tirada en la calle", afirma. La paga aprobada por el Gobierno presidido por Jordi Pujol para las pensiones no contributivas es tema de conversación en las tertulias de tarde en el Centre de Dia Mil.lenari, un centro del Instituto Catalán de Servicios Sociales (ICASS), que gestiona Cáritas. La paga ha llegado por sorpresa en vísperas electorales. Casi todos cobran pensiones no contributivas y, aunque no tienen muy claro qué aumento les va a suponer la decisión del Gobierno catalán, saben que no les va a sacar de la precariedad en la que viven y se sienten víctimas de un "gran engaño". "Para lo que me van a dar, ya se lo pueden quedar", advierte, visiblemente molesta, Ángeles Romero, de 62 años. Cobra 37.960 pesetas -una pensión asistencial que, según asegura, consiguió gracias a la intervención de Cáritas-, pero la habitación que tiene alquilada en una vieja pensión del barrio, a pocos metros del centro de día, ya le cuesta 36.000 pesetas. La entidad asistencial de la Iglesia le paga una parte de este alquiler y cada día tiene el almuerzo y la merienda asegurada en el Centre de Dia Mil.lenari. "Pero la cena y los gastos personales, ¿cómo quieren que los pague?", pregunta Ángeles. "¿Y piensan que con 5.000 o 6.000 pesetas que me van a dar ahora de paga extraordinaria me van a solucionar la vida? ¡No sé como no les da vergüenza!", exclama. Emilio Riu asiente a lo que dice Ángeles. Tuvo precarios y esporádicos trabajos en el servicio doméstico. Nunca cotizó a la Seguridad Social, aunque durante muchos años creía que sí lo hacía porque su patrón así se lo aseguraba. "Hasta que tuve 65 años viví como pude, y ahora, la pensión de 37.960 pesetas no me permite hacer nada más que subsistir", afirma. A Emilio, que nunca ha sido un "avi turista", le horroriza pensar en el dinero que se ha invertido en un gran escaparate del ocio destinado a los ancianos como es Firagran. "En lugar de malgastar así el dinero, podrían subirnos de verdad las pensiones más bajas", sentencia. Manel Blanco piensa lo mismo. Trabajó en la construcción con un contrato desde los 14 años hasta la jubilación. Ahora cobra el 100% de su sueldo y afirma que no se puede quejar, pero reconoce que los que perciben pensiones no contributivas tienen verdaderas dificultades para subsistir, que no se solucionarán con una paga como la aprobada por el Gobierno de la Generalitat. Blanco, que preside el hogar de ancianos del barrio de Horta, reprocha además la poca elegancia que ha tenido el Ejecutivo catalán al aprobar esta paga a las puertas de las elecciones. "Es un intento descarado de comprar votos", asegura. Sin embargo, M. P., una mujer de 86 años que frecuenta el hogar de ancianos, advierte que a ella no le comprarán el voto. "A mí no me engañan", asevera. Si no le falta un plato en la mesa y un lugar donde dormir es gracias a su hija. Cuando era joven trabajaba en el servicio doméstico, siempre sin contrato laboral, y ni siquiera la muerte de su marido le dejó una pensión de viudedad, puesto que "nunca estuvo asegurado". Quien sí cobra una pensión de viudedad es Rosa S., pero su marido cobraba muy poco y ella, como todas las viudas, sólo tiene derecho al 45% del sueldo que percibía el cónyuge. "En total, sólo entran en casa 35.000 pesetas al mes", lamenta Rosa, que no puede jubilarse porque aún no ha cumplido la edad, pero tampoco puede trabajar por problemas de salud. "Pedí que me pagaran una pensión de incapacitación, pero me la denegaron", explica con desespero la mujer. "Me lo han negado todo", añade, "y ahora me prometen una paga irrisoria porque se acercan las elecciones. ¿Es eso justo?".

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