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EL PERFIL

ANTONIO CANALES La cima a zapatazos

Tereixa Constenla

D esacostumbrado al fracaso, Antonio Canales se vengó de sí mismo con la misma furia que deposita en el baile. Solo y herido, el bailarín destrozó todos los espejos que le devolvían la imagen de su desastre en los camerinos del Festival de Mérida. Aquel día de julio de 1995 quería morir. Su coreografía de Narciso cosechó un sonoro desdén. "Todo el mundo me decía que iba a quedar genial, y yo venga que te dale con la música de Ravel, pero no salió". Sólo dos años después de aquella herida, cuando ya había cicatrizado gracias a la concesión del Premio Nacional de Danza y al triunfo del espectáculo Gitano, Canales se confesaba a tumba abierta frente a Lluis Pasqual, en vísperas del estreno de Bernarda y Gernika, dos híbridos entre la danza y el teatro creados al alimón entre el coreógrafo y el director de teatro. Canales, a pesar de la cicatriz curada y de ese aire divino que suelen desprender los triunfadores natos, no olvida el sabor del fracaso. Y recuerda que es una cena amarga que se traga en purita soledad. "El público hiere" y, ante el fracaso, "te quedas solo". La digestión del desastre ni siquiera es equiparable a la convivencia con la miseria. Cuando Antonio Gómez de los Reyes (Sevilla, 1961) dormía en las estaciones del metro en Madrid y comía en albergues podía sobrellevar la penuria física con grandes dosis de esperanza y confianza en sí mismo. Cuando fracasó en Mérida pensó que moría el futuro. Pero Canales sucumbe con brutalidad ante la desesperación con la facilidad que reserva para sobreponerse a sí mismo. Sólo el tesón -un rasgo común a quienes triunfan desde la nada- justifica la trayectoria del trianero, hijo de Pastora de los Reyes, una bailarina profesional, y nieto del cantaor José Canales, del que tomó prestado el apellido artístico. A los 17 años se largó a Madrid para labrarse un futuro en el mundo del baile, ante las pocas oportunidades que ofrecía Sevilla al margen del flamenco como espectáculo de tablao turístico. No le resultó fácil -el metro, los albergues, la penuria-, pero acabó ingresando en la escuela del Ballet Nacional, donde su talento le convirtió en solista bajo las direcciones de María de Ávila y José Antonio. Luego todo fue más rápido y tal vez más fácil. A partir de 1985 volvió a mudar Madrid por París para entrar en la compañía de Maguy Marín y bailar al dictado de Maurice Béjart. Francia le descubrió los entresijos de la danza contemporánea -que ahora fusiona con el flamenco- y le catapultó hacia el reconocimiento internacional. Canales tuteó así sobre el escenario a artistas míticos como Nureyev, Maya Plisetskaya, Patrick Dupond o Julio Bocca. El sueño del talento trianero hecho realidad. La historia del triunfador tozudo, una vez más calcada. Cuando regresó a España, a finales de los ochenta, le llovieron las oportunidades -bailó en la compañía de Manuela Vargas e hizo sus pinitos ante la cámara en Montoyas y tarantos- hasta que, en 1992, decidió apostar por un proyecto propio y fundó su propia compañía de danza. Su primera coreografía fue A ti Carmen Amaya. Los últimos años han significado la consagración del bailarín -con Torero superó las 400 funciones-, que siente especial debilidad por rescatar del olvido estilos flamencos, como el fandango masculino de las sierras de Ronda y Huelva, reflejado en A cuerda y tacón, o los cantes de ida y vuelta, de su último montaje Fuerza latina, representado este fin de semana en Sevilla y Córdoba. Canales, que recibió este año la Medalla de Andalucía, también ha cosechado más de un titular periodístico por su rivalidad -y algunas invectivas- con Joaquín Cortés, que minimizó recientemente: "Es falsa y morbosa, pero nos va divinamente". Sobre su antigua compañera de baile, Sara Baras, cuya ruptura está aún fresca, es más mordaz: "No conozco a esa persona, no sé quién es y no me merece respeto". El bailarín dirige ahora sus mimos profesionales hacia Juan de Juan porque Canales ha entrado en una fase de promoción de artistas jóvenes, aunque siga sin pensar en su retirada. En otoño comenzará a rodar una película en la que no bailará, pero no parece ser un reto mayor que transfigurarse en Bernarda Alba bajo las órdenes de Lluis Pasqual o sobreponerse al fracaso gracias a una mezcla de tenacidad y paciencia que probablemente ha pulimentado durante sus tardes de pesca y caza. Su afición por Curro Romero y el Betis le habrán ayudado, además, a resistir experiencias límite.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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