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TERROR EN TIMOR

Dos españoles de la ONU siguen aún en Dili

Agotados por el trabajo y la tensión, pero sin perder el buen humor, dos funcionarios españoles de las Naciones Unidas permanecen aún en la sede de la ONU en Dili, cercada por las milicias integracionistas desde el pasado 4 de septiembre. Carmen Cuenca, directora del gabinete del jefe de la misión, Ian Martin, y Jorge Balina, oficial de seguridad y escolta personal de éste, están satisfechos de que las Naciones Unidas no hayan abandonado la capital, donde aún quedan 82 funcionarios y cerca de 1.000 refugiados timorenses. Sólo Balina tiene un gran reproche: "Me avergüenza que España no esté en la lista de países dispuestos a participar en la fuerza internacional de paz para Timor Oriental". Duermen en camastros militares, en sofás o donde pueden. Comen raciones militares desde hace días y soportan una gran tensión, rodeados por las milicias y el Ejército. Han visto nacer a tres niños en esas oficinas."Estoy bien, pero agotada, porque no podemos salir del recinto, tenemos mucho trabajo y por la noche, con la diferencia horaria, es cuando tenemos que hablar con Nueva York", dice Carmen Cuenca, madrileña con más de 20 años en las Naciones Unidas. "Está siendo muy duro, pero también muy bonito. Al quedarnos hemos salvado la vida de muchas personas que están aquí refugiadas y la de los funcionarios timorenses que pudieron ser evacuados a Australia", sigue. La mayoría de los funcionarios se resistieron a acatar la orden de evacuar la misión y consiguieron que el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, reconsiderase su decisión inicial, tomada por razones de seguridad.

"Aquí", dice Cuenca, no nos falta el agua, nos lavamos nuestra ropa y tenemos un generador que usamos cuando nos cortan la energía. Nos han cortado el teléfono varias veces, pero hemos estado conectados por satélite".

Jorge Balina, 31 años y 12 como oficial de seguridad de las Naciones Unidas, gallego de Monforte de Lemos, pidió el destino como voluntario. ¿Tensión? "Hemos pasado algunos momentos", afirma, "aunque lo peor era la histeria de los demás".

Otros seis españoles, todos ellos religiosos, siguen aún en Timor

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