Ética y economía
Hoy en día, la economía es noticia. Si hojeamos un periódico o miramos el telediario, es más que probable que nos encontremos con estadísticas sobre tasas de paro, inflación, importaciones, ex-Pasa a la página siguiente
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portaciones, etcétera. La suerte de los políticos y la de los países, empresas y ciudadanos parecen depender de cómo vayan sus economías. Es por todo ello que a un recién licenciado en economía le parece oportuno reflexionar sobre el futuro que cabe esperar para nuestra profesión.
Los últimos cincuenta años han sido una época apasionante para la economía. Pero considero que para consolidar y dignificar la profesión de economista hemos de tratar no sólo de avanzar en el conocimiento científico, sino también tratar de influir en la realidad y mejorarla, es decir, recuperar la faceta ética de nuestra ciencia. Y considero que ello es importante porque la moralidad influye en el comportamiento y en sus resultados, y porque la economía del bienestar descansa sobre una serie de propuestas morales contestables. En las dos últimas décadas, el pensamiento económico dominante ha venido constituido por el resurgir de la economía liberal, pero la aplicación de la misma ha ido generando toda una serie de costes sociales. Resulta difícil aceptar que 225 personas posean tanto como el 47% de la humanidad (datos ONU). En seis años, la ayuda al desarrollo ha caído prácticamente a la mitad, alejándose del objetivo histórico del 0,7% (España se situó en 1998 en el 0,25%, según la OCDE). Eso sí, el gasto militar asciende en promedio a casi un 5% de la renta.
Nunca la humanidad se ha tenido que enfrentar a unos desequilibrios tan agudos y a unas contradicciones tan fuertes. Los desajustes en la distribución de la renta, la marginación de la mayor parte de la población, el hambre, la pobreza incluso dentro de las propias sociedades opulentas, etcétera, precisan respuestas urgentes. Y los que formamos parte de la profesión deberíamos aunar esfuerzos para encontrarlas.- .
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