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Rusia bombardea Chechenia como represalia por el apoyo a Daguestán

La situación en Daguestán se asemeja cada vez más a una guerra abierta. Ayer, la aviación rusa bombardeó en la vecina Chechenia localidades desde las que, supuestamente, reciben apoyo los invasores que intentan implantar una república islámica en la conflictiva república caucásica. Y es que, para el presidente ruso, Borís Yeltsin, la crisis de Daguestán supone "una amenaza real para la integridad de Rusia". Fuentes chechenas hablaban de 25 cadáveres rescatados y tal vez otros 50 sepultados bajo los escombros. Entretanto se seguían recuperando los cuerpos (la cuenta iba por 52 al caer la tarde) de las víctimas del atentado del sábado contra un edificio de viviendas militares de Buinaksk, en Daguestán. Las cifras de víctimas rusas de este nuevo conflicto caucásico están cada vez más lejos de las admisibles en una operación antiterrorista, por complicada que fuese. Fuentes del Ministerio del Interior reconocen que han sufrido entre el 2 y 6 de agosto cerca de 300 bajas (49 muertos y 230 heridos). Ayer mismo, al menos 14 policias perdieron la vida como consecuencia del cerco de 24 horas al que los guerrilleros llegados de Chechenia sometieron a un cuartel de la localidad de Novolask. Finalmente, y con la ayuda de tropas de refuerzo rusas, lograron abrirse paso a través de las líneas enemigas.

Esta vez, el legendario Shamil Basáyev, enemigo público número uno de Rusia, parece más preparado que hace unas semanas, cuando perdió una primera batalla y tuvo que retroceder a sus bases al otro lado de la frontera. El volumen de la fuerza invasora podría medirse por miles de efectivos, más que por centenares. Están bien armados y tienen una retaguardia sólida desde la que les llegan regularmente suministros y en la que pueden hallar refugio si la situación se complica.

Mercenarios islámicos

Entre su gente hay, supuestamente, numerosos brigadistas islámicos extranjeros, mercenarios según la terminología oficial rusa. Junto a Basáyev combate otro jefe guerrillero que se convirtió en toda una leyenda durante la guerra que los independentistas chechenos libraron victoriosamente contra Rusia entre diciembre de 1994 y agosto de 1996: el jordano Amir Jattab. Algún periódico ruso ve tras este conflicto la mano (y los dólares) del saudí Osmán bin Laden, al que EEUU acusa de ataques mortíferos contra algunas de sus embajadas. Otros apuntan a que el conflicto es consecuencia del interés por apartar a Rusia del "gran juego" que se libra en el Cáucaso por el oro negro del mar Caspio, una gigantesca balsa de petróleo. El influyente Izvestia sugiere, finalmente, que esta crisis viene como anillo al dedo a un liderazgo ruso acosado por los escándalos. Antes de que estallara se habían multiplicado las especulaciones de que Borís Yeltsin podría buscar en una situación parecida el pretexto para decretar el estado de emergencia, suspender las elecciones y no dejar el poder. En cualquier caso, la crisis refleja el tremendo riesgo de desintegración que acecha a Rusia desde el Cáucaso.

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