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Tribuna:GENERACIÓN SIN NOMBRE
Tribuna
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La revolución de las mujeres

El encargo era el siguiente: averiguar qué pasa con las chicas de treinta años aquí y ahora. La justificación: ¿son realmente como Bridget Jones o Ally McBeal o no tienen nada que ver? ¿Cómo piensan? ¿Qué quieren? ¿Avasallan a los hombres o sueñan con ellos? ¿Se creen tan importantes como parece? El fondo del problema: ¿morirán los hombres en sus manos?, ¿son ellas realmente las que se harán con el poder? Entendí inmediatamente que el hombre que me sugería tal investigación hablaba en nombre de un montón de señores despistados, perplejos y atónitos ante el nuevo mito: chica independiente que vive sola; no le importa, con la mejor de sus sonrisas, utilizar a los hombres y está dispuesta a tomar decisiones por sí misma a cualquier nivel, incluidos los verdaderamente importantes. Hubo en ese encargo una expresión reveladora: las mujeres ya mandan en todo; es una revolución. Y como yo no pude convencer a mi interlocutor de lo contrario, me puse a trabajar, es decir a mirar, leer, observar, y a buscar chicas de carne y hueso que confirmaran, o desmintieran, la hipótesis. En ese empeño pasaron largos meses. Y no conseguí nada, nada de nada. En periodismo no encontrar nada significa que hay de todo y que no se puede extrapolar. Las chicas que encontré se parecían a sus madres y eran diferentes de ellas, amaban y odiaban a la vez a los hombres, los tíos, los llaman ellas; eran felices y desgraciadas, ambiciosas y desmotivadas, alegres y tristes, consumistas y a la vez rebeldes. Y odiaban definirse. Estaba a punto de abandonar cuando apareció ella. Conxa había nacido en mayo del 68, de padres progres, la madre catalana de pura cepa y el padre, aunque parezca imposible, madrileño de nacimiento. Había estudiado Bellas Artes, trabajaba en publicidad donde servía para un barrido y un fregado: es decir, daba ideas y traía cafés a sus jefes, todo a la vez; "cuántos más cafés quieren, más cosas se me ocurren a mí, no a ellos", dijo. Conxa llevaba un diario donde anotaba cuidadosamente actividades, observaciones, frases de los periódicos o de los anuncios, mezclados con deseos contradictorios, obsesiones, chistes, recordatorios, y otras muchísimas cosas que jamás había visto. Me lo dejó leer y me impresionó; "somos la generación de Bridget y Ally, pero también de Lewinsky y de Susana Bermúdez, esos saldos de tías", leí, "una generación sin etiquetas, sin nombre". Con fecha de hace pocos días escribía: "Cosme y Joan (sus jefes) andan locos por encontrar entradas para la inauguración del Liceo; dicen que es el escaparate del poder barcelonés y no se quieren perder el espectáculo. Jo. Yo tengo las mías, dos, desde hace un año, me acuerdo porque fue el día en que Clinton se fotografió con Yeltsin y propuse esta imagen para promocionar el nuevo desodorante...(no lo aceptaron). Si ellos (los jefes) me suben por fin el sueldo, se las venderé, incluso haré negocio, pero si no, les haré sufrir, ajá. Hay que pensar las cosas con tiempo: más prever y menos improvisar, menos shows y más eficacia, tíos; menos decir que todo va bien y dejar que las tías os solucionemos lo importante de la vida...". Y acto seguido, Conxa, como si fuera Dharendorf, hacía una implacable enumeración...de lo importante de la vida, en la que no olvidaba ni reducir drásticamente los impuestos ni hacer que las 3.240 clases de cremas nutritivas para la cara existentes en el mercado quedaran, "para simplificar", en seis. Le propuse un acuerdo: utilizar ese diario como información para este trabajo. Preguntó inmediatamente: "¿cuánto pagas?". Le dije: nada. Pero te harás famosa, añadí insensatamente. "¿Conejillo de Indias, eh?", respondió, "¿tan mal está el periodismo que también tengo que hacerte a tí el trabajo?". Pues sí, tuve que reconocer. "¿Podré decir todo lo que pienso?", preguntó. Y me comprometí: te lo aseguro. "Te contaré mi vida de treinteañera si crees que éso es un misterio", prometió. Así empezamos. Una apuesta peligrosa, lo comprendí en cuanto se puso a explicarme su vida. "¿Me van a leer las masas? Yo soy pura masa...". (Continuará.)

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