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Reportaje:

Cambio de guardia en el "Buba"

Tietmeyer deja a Welteker un legado de independencia y estabilidad para una nueva etapa en el Bundesbank

Emilio Ontiveros

Fue Jacques Delors el que dijo aquello de "no todos los alemanes creen en Dios, pero todos lo hacen en el Bundesbank", y el canciller Schröder lo ha recordado en la ceremonia de relevo del presidente de ese banco central. Un significativo cambio de guardia no sólo porque tenga lugar en un contexto, la fase final de la Unión Monetaria de Europa (UME), en el que la custodia de la ortodoxia ha sido delegada a una institución comunitaria, el Banco Central Europeo (BCE), sino también por la singular personalidad y trayectoria del presidente relevado, Hans Tietmeyer.Si las raíces de la profesión de fe en el banco central más autónomo del mundo están inscritas en la pesadilla hiperinflacionsita que padeció la población alemana en 1923, los resultados inequívocamente favorables obtenidos por esa institución en la consecución de la estabilidad de los precios, en la preservación del valor de su moneda, han correspondido de forma casi continua a esa confianza y respaldo popular.

Desde la fundación en 1957 del Bundesbank (sucesor del Bank Deutcher Länder), un año antes de la restauración de la convertibilidad exterior de las principales monedas europeas, el banco central alemán ha ido afianzando su crédito e influencia dentro y fuera de Alemania, y con él, su moneda.

A ello no ha sido ajena una cuidadosa selección de sus máximos responsables, tan severos en la defensa de la independencia como hábiles para invocar selectivamente la historia económica de su país cuando las circunstancias lo aconsejaban; es decir, cuando ese estatuto era puesto en entredicho, ya fuera como consecuencia de injerencias políticas o de algunos de los errores del propio banco central.

La reunificación alemana (en realidad la segunda reforma monetaria en ese país desde la guerra) y la transición a la fase final de la unificación monetaria de Europa son los episodios que marcan el inicio de una nueva época en esa hegemonía del banco central alemán. En ambas, el papel jugado por Tietmeyer fue destacado. Tras su paso por la Secretaría de Estado de Hacienda, su incorporación al Consejo del banco estuvo acompañada de señales inequívocas de apoyo del canciller Helmut Köhl, que excedían a su condición de ferviente democristiano, en un momento en el que la continuidad del presidente del banco, Karl Otto Pöhl, ya estaba cuestionada.

Unificación monetaria

Fue precisamente Tietmeyer el que condujo la delegación de Alemania occidental durante las negociaciones monetarias con el Gobierno oriental. Su disconformidad con el tipo de conversión acordado entre ambas monedas no le impidió continuar como hombre de confianza de Bonn y mantener su opción a la presidencia, una vez Helmut Schlesinger, con 66 años, sucedió prematuramente a un desencantado Pöhl, que dimitió en agosto de 1991, casi cuatro años antes de que expirara su segundo mandato. La vicepresidencia fue encomendada a Tietmeyer hasta que, el 1 de octubre de 1993, asumió la presidencia del banco.

Para entonces, el Bundesbank ya ejercía de verdadero banco central europeo, especialmente en aquellos países sobrevivientes a la crisis del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo que aspiraban a formar parte de la otra gran unificación monetaria, la de la Europa comunitaria.

Los avatares que registró la economía alemana durante la segunda fase de la UME, en gran medida como consecuencia de las condiciones que presidieron la reunificación, y las dificultades para satisfacer las condiciones de convergencia nominal concebidas para filtrar a los mediterráneos, no impidieron que el más severo de los escrutinios de esos criterios siguiera siendo ejercido por Tietmeyer.

La constitución formal del BCE, a imagen y semejanza del Bundesbank, define el final de ese liderazgo explícito y, con él, buena parte del predicamento de su presidente. Ello no ha sido óbice para que, dentro o fuera del Consejo del BCE, Tietmeyer no haya dejado de exhibir, además de sus cuestionables modales, un celo por no desmerecer esa bien ganada caracterización de genio y figura hasta el pasado 30 de agosto, con 68 años recién cumplidos, 37 en el ámbito de la Administración de su país.

Su sucesor, el socialdemócrata Ernst Welteke, presidente del Banco Central de Hesse y miembro del Consejo del Bundesbank desde abril de 1995, se presenta con las mismas credenciales formales reivindicadoras de la independencia de su banco y del BCE que sus antecesores; con una no menos firme profesión de fe en la estabilidad. Pero a nadie se le oculta que su etapa al frente del Buba apenas guardará semejanza con la de aquéllos. Más allá de su importante papel en el Consejo de Gobierno del BCE, junto a otros 16 miembros, habrá de centrarse en la propia adaptación del tamaño y organización del, hasta hace apenas ocho meses, banco central más poderoso del mundo.

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